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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

In memoriam

Hace unos días, en un acto público ante jóvenes de mi pueblo, con ocasión de la clausura de una Casa de Oficios y la inauguración de una Escuela Taller, tuve la oportunidad de resaltar una cualidad humana, a veces olvidada e infrecuente, como es la generosidad.

Reflexionaba, entonces, sobre lo generosos que habían sido los alumnos-trabajadores durante el último año por su esfuerzo en aprender, o la generosidad manifiesta de los monitores para que aquellos aprendieran. Incluso recordaba la generosidad de las administraciones públicas por invertir fondos en proyectos de formación para mi pueblo. Y manifestaba que esa misma característica humana, creo sinceramente, abundaba aquí, en Pedrera. Y enlazaba en mis palabras institucionales esa generosa humanidad con un reciente hecho ocurrido en esta población, en la que esa misma cualidad se nos mostraba ante la mismísima muerte.

Encarnación Luna Ramos, conocida en Pedrera como Encarnita, tenía 56 años cuando un cáncer de mama, soportado a lo largo de 16 años, nos la arrebataba. Desde su talante optimista ante la vida, Encarnita había participado en una asociación local de mujeres, La Pedrea, había actuado en varias obras de teatro o, más recientemente, en el rodaje de un cortometraje local, Galgos, dejándonos patente a todos su vitalidad marcada por una grave y duradera enfermedad que, finalmente, pudo con ella.

Hasta aquí todo podía quedar en un triste acontecimiento más, doloroso pero inevitablemente normal. Pero lo que Encarnita quiso de verdad demostrarnos a todos es su enorme generosidad, su grandeza humana, desde un anonimato que ahora quiero desvelar porque entiendo que su último gesto merece mi público reconocimiento.

Esta vecina ejemplar, permitidme que así la defina, en los momentos más duros de su enfermedad y cuando el proceso ya era irreversible, se preguntaba cómo podía devolver todo el esfuerzo que la medicina, que la ciencia decía ella, había hecho por prolongar su vida junto a su familia. Y su pregunta encontró una respuesta: ceder su cuerpo a la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla para que se pudiesen estudiar los efectos de su enfermedad con la finalidad de avanzar científicamente en este mal generalizado que es el cáncer. Y así fue. Y si grande fue su corazón en vida, más grande fue su generosidad en la muerte.Gracias por tu grandeza y perdona mi osadía.

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