Escenificar el consenso
Tras tanta zozobra, había que escenificar el consenso institucional, que por cierto es lo único que nunca ha estado en entredicho. El Fòrum necesitaba rearmarse moralmente y el acto del Auditori lo consiguió. Fue sobrio, directo. Un poema inevitable de Martí i Pol, leído por Rosa Novell, abrió la tanda de los inevitables discursos, algunos inevitablemente largos. A subrayar la cada vez más afinada capacidad de la mayoría de los oradores para zapear entre el catalán y el castellano cuando la presidencia de un acto de estas características la ocupa un miembro de la familia real, en este caso el príncipe Felipe. Éste correspondió con medio parlamento bueno en catalán, por cierto bastante más correcto que el de muchos diputados autonómicos (fue de los aspectos más comentados a la salida). Pujol fue el único que no utilizó el castellano; a cambio, eso sí, fue sucinto.
Peana y atril de oradores en metacrilato, estética 92, gran pantalla donde se sucedían imágenes de mestizaje y demás buenos rollitos. Al final apareció en escena un sillón Luis XVI tapizado en terciopelo rojo y lo ocupó el violonchelista Damià Martínez, solista de la OCB. Momento tenso: en este país cuando sale un violonchelo solo normalmente es para tocar El cant dels ocells. ¡Uf, no! Fue la alemanda de la Suite número 6 de Bach.
Público más del mundo de la cultura y de la política que de la empresa. Pasqual Maragall y Narcís Serra se fueron a ocupar unas localidades de anfiteatro, pero de inmediato fueron reclamados para sentarse en la fila de autoridades. Ayuntamiento y Generalitat en peso. Oriol Bohigas, Óscar Tusquets, Perico Pastor, Joan Lluís Bozzo, Mònica Randall, Carles Flavià, Manuel Huerga (BTV retransmitía en directo la cosa), Rosa Vergés, Jorge Wagensberg. También Leopoldo Pomés, Leopodo Rodés y Joan Gaspart, entre muchos otros. Y el defenestrado Jaume Sodupe, primer consejero delegado del Fòrum, todavía sin sucesor, a media voz comentaba que no había visto tantas diferencias entre lo que él proponía y lo que se presentaba, pero en fin, que así eran las cosas. Josep Caminal no estuvo. En resumen, mucha generación olímpica de sienes plateadas. ¿Dónde están los jóvenes? En los dos años que quedan habrá que buscarlos.
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