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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Órdago a la grande

Las temporadas de ópera de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) se han distinguido siempre por la prioridad que otorga a las voces frente a los aspectos escénicos y orquestales. En los últimos años, y más aún con el cambio de terreno de juego desde el Coliseo Albia al Palacio Euskalduna, han hecho un esfuerzo considerable por abrir el repertorio lírico, predominantemente italiano, al mundo alemán y por mostrar unas puestas en escena convencionales pero de cierto empaque artístico. Las óperas alemanas han tenido un eco favorable entre el público bilbaíno. Para rematar la faena, la asignatura pendiente era un verdi a la bilbaína, es decir, a la altura de la tradición histórica, en el año del centenario de la muerte del gran compositor italiano.

Las vísperas sicilianas

De Giuseppe Verdi. Con Susan Neves (soprano), Janez Lotric (tenor), Franco Vassallo (barítono) y Carlo Colombara (bajo). Orquesta Sinfónica de Szeged (Hungría). Director musical: Antonello Allemandi. Director de escena: Federico Tiezzi. Escenografía: Carlo María Diappi. Producción del Teatro de la Ópera de Roma. Coro Easo de San Sebastián y Coro de la Ópera de Bilbao. Palacio Euskalduna. Bilbao, 8 de diciembre.

El anuncio de Las vísperas sicilianas ya era de por sí un órdago a la grande. Es una ópera que requiere un elenco vocal de campanillas, por lo que cada día son más raros los teatros que se atreven con ella. Además tiene cinco actos y está oscurecida por su situación de transición justamente después de la trilogía popular (Rigoletto, El trovador, La traviata). De Las vísperas se mantiene, sobre todo, su obertura. Lo demás está empezando a ser una reliquia. La ópera tiene, en cualquier caso y a pesar de las desigualdades, escenas de enorme interés (todo el tercer acto, por ejemplo). Era, pues, una celebración en toda regla del año Verdi, si la representación respondía al calibre del desafío.

Pues bien, respondió. Incluso es probablemente la ópera más redonda que la ABAO ha puesto en pie desde que se ha instalado frente al Guggenheim. En primer lugar, por el reparto vocal: un tenor valiente y comunicativo, una soprano emotiva y con mordiente, un barítono de línea elegantísima y un bajo con solidez. Pero la cosa no se quedó limitada a las voces, algo de por sí casi milagroso, pero previsible en Bilbao. La Orquesta de Szeged (Hungría) dio un repaso a la mayoría de las agrupaciones sinfónicas que pululan por nuestros fosos: por entrega, disciplina, dominio del estilo teatral y cohesión. Estuvo dirigida con una vibración y un pulso extraordinarios por un Antonello Allemandi en estado de gracia. También funcionó eficazmente la combinación del Coro Easo de San Sebastián y el coro titular de la Ópera de Bilbao.

A ello hay que añadir una puesta en escena de Federico Tiezzi, procedente de la Ópera de Roma, que bebe en las mismas fuentes de Appia en la distribución de los espacios y en la utilización de las escalinatas, y que tiene además el toque poético evocador en los desconchados y ruinas interiores. Únicamente las dos escenas coreográficas chirriaron en la unidad estética.

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