_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ferrer Guardia

Alfonso XIII fusiló a Francisco Ferrer Guardia en Montjuïc en 1909. La obra principal de este mártir del pensamiento libre fue la Escuela Moderna, cuyo centenario se está celebrando ahora: aún quedan escuelas de aquella doctrina en Cataluña, en Valencia, más o menos aplastadas por las presiones del Estado. Era un sistema de pensamiento libre, republicano, ateo, que no debía imponer ninguna clase de pensamiento. Mucha gente no ha renunciado aún a estas aspiraciones: debe ser posible, no hay que considerarlo como una utopía que tuvo su base en el anarquismo. Utilizando esa palabra, que a finales del siglo pasado servía para las represiones, como se ha utilizado después el comunismo y ahora, en Estados Unidos, el terrorismo, acusaron a Ferrer de algunas muertes. Primero fue encarcelado en Madrid por el intento fallido de magnicidio de Mateo Morral (una bomba sobre el cortejo del matrimonio real en la calle Mayor): el anarquista había sido discípulo de la Escuela Moderna y nada más práctico que acusar al fundador de esa escuela. Las autoridades la cerraron y no la volvieron a abrir más: las escuelas religiosas, y sus partidos, respiraron. Pero no se encontraron pruebas de la culpa de Ferrer en el atentado. Puesto en libertad, volvió a Barcelona, donde se le acusó esta vez de crear un intento de rebelión -la Semana Trágica-; la represión fue muy amplia, y un tribunal militar condenó a muerte a Ferrer, que en realidad poco tuvo que ver, o nada, con los sucesos. Pero el odio religioso al librepensador tenía capacidad de falsificar pruebas, de inventar testigos y forzar confesiones, y aún mantenían la acusación por la bomba de Mateo Morral: fue condenado a muerte y fusilado velozmente (13 de octubre de 1909) sin atender las numerosas peticiones de indulto que llegaban de todo el mundo, y no sólo de los anarquistas.

Quedó para siempre como un mártir del pensamiento libre. No he visto nunca una justificación de aquel asesinato legal (excepto en un artículo de Carlos Seco Serrano en este periódico, hace ya algún tiempo). La necesidad de escuelas libres y gratuitas es hoy más notable que entonces, y algo en las manifestaciones de estos días queda de aquel pensador, aunque los manifestantes nunca hayan oído su nombre; y algo de aquella brutalidad monárquica y religiosa queda en el lenguaje de Aznar al insultar a estos manifestantes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_