La 'paradoja Casero'
El ciclista valenciano debe emigrar a Alemania, donde tendrá peor contrato que la temporada pasada, pese a ganar la Vuelta

A ver quién lo entiende: 1. Ángel Casero cobraba unos 100 millones de pesetas al año en la temporada que acaba de terminar. 2. Ángel Casero gana la Vuelta a España, uno de los más grandes triunfos a los que puede aspirar un ciclista. 3. Ángel Casero cobrará poco más de la mitad de los 100 millones la próxima temporada. Es la paradoja Casero, la relación inversamente proporcional entre las victorias deportivas y las ganancias económicas. Es también un síntoma del ciclismo del siglo XXI. Un desenlace duro de tragar al que el valenciano ha llegado después de dos meses intensos con retazos de espionaje, acusaciones, delaciones y marchas atrás.
Hubo un momento en que parecía que todo saldría perfecto. Un momento que fue sólo un día. Casero acababa de ganar la Vuelta. Su desafío de la víspera, su famosa frase del prólogo -'buscaré equipo después de ganar la Vuelta y firmaré un contrato de tres años a un millón de euros (166 millones de pesetas) al año'-, parecía una apuesta ganada. Tampoco era tan difícil. Algo similar había intentado en 2000 Roberto Heras y le había salido bien. Casero era el hombre de moda. La única figura aún en el candelero. Y para reforzar su posición contaba hasta con el apoyo del presidente de la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana, que se había comprometido públicamente a financiar de alguna forma al equipo que fichara a Casero.
Sí, todo parecía perfecto. Un equipo español, el Kelme, estaba dispuesto a entrar en juego; a asumir una negociación triple: con Casero, con Zaplana y con sus propios líderes, Sevilla y Botero; a aceptar las peticiones del corredor, a fichar incluso al hermano de Casero y a su amigo Vicario. Una operación sensible y complicada, pero, de todas maneras, muy del gusto de Pepe Quiles, el patrón del Kelme.
Pero, de repente, empezaron a pasar cosas extrañas. Todas ajenas a su voluntad. Todas a la vez: 1. Estalló el escándalo Eufemiano, la grabación en el buzón de voz del móvil de Casero de un mensaje alentador del médico del rival Sevilla, Eufemiano Fuentes. 2. Vicente Belda, el director del Kelme, declaró públicamente que Casero no sería bienvenido en el equipo, que su llegada sería una imposición del patrón. 3. Ni el Kelme ni la Generalitat vieron claro cómo concretar la aportación económica del Gobierno autónomo.
Todo saltó por los aires. Era ya mediados de octubre. Muy tarde en ciclismo. Súbitamente, casi incomprensiblemente, Casero, de 29 años, dejó de ser atractivo. Los otros dos equipos españoles potentes, el ONCE y el iBanesto.com, le dijeron que, sintiéndolo mucho, sus presupuestos estaban cerrados. No harían una excepción ni por el ganador de la Vuelta. Quizá si fuera más joven, más espectacular, más carismático, escalador o algo así, si fuera Sevilla, por ejemplo, podrían sentarse a hablar. Pero era Casero, sobrio, regular, rodador y resistente.
Quedaba el mercado italiano. Otra decepción. Vacas flacas. Mal momento. Y nueva marcha atrás. Casero llegó a un acuerdo total con el Saeco, que dejaba a Cipollini y buscaba un líder para las grandes vueltas. Un acuerdo completo a expensas de un único detalle, que el Saeco fracasara en su intento de contratar un líder italiano. Desgraciadamente para Casero, cuando ya se veía aprendiendo italiano y corriendo con la maglia roja de la empresa fabricante de cafeteras, Gilberto Simoni, el ganador del Giro, decidió romper con Saronni, dejar el Lampre e irse al Saeco. Otra puerta cerrada.
Pasó el tiempo, terminó noviembre y bajó el nivel de las ofertas. Extranjeras. Duras de tragar. Duras de asimilar para un hombre con la ambición de Casero. Finalmente, acabó aceptando la menos mala, un año en un equipo alemán, el Coast, en el que volverá a juntarse con el clan del Festina, con Juan Fernández y otros viejos conocidos. Por menos dinero del que ganaba el año anterior. Solo. Sin hermano ni amigo. Y, como si fuera un recién llegado, con un contrato con primas por objetivos. Y en un equipo que tendrá que ganarse un puesto en el Tour. La paradoja Casero.
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