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Columna
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El presidente de la Generalitat ha decidido volver a mirar hacia dentro del territorio que administra por Navidad, después de haber proyectado su sombra chinesca, con profusión mediática, en los escenarios virtuales nacionales e internacionales. El instrumento del regreso tiene formato de conferencia, y la previsión es que la pronuncie el martes en Valencia, en el mismo Foro de Opinión en el que durante la campaña de las pasadas elecciones generales dio algunas pistas sobre su predilección por Francisco Camps como sucesor suyo. El título de la conferencia de Eduardo Zaplana no puede ser más significativo: ¿Es necesario un partido nacionalista para defender los intereses de la Comunidad Valenciana? No hace falta ser un Santiago Grisolía para saber que el objetivo de la perorata de Zaplana es negar interrogando -la realidad electoral lo hace sin paliativos-, y que, más allá de subrayar, como algunos empresarios jalean en los corros de televisor, que ahora en la Generalitat gobierna un partido que pelea más ante Madrid -Joan Lerma no pasará a la historia por eso-, en el fondo se trata de un aviso para navegantes. Es evidente que en la cabeza de Zaplana no está el Bloc Nacionalista Valencià de Pere Mayor -no es un peligro y quizá tampoco un adversario-, sino la Unión Valenciana de José María Chiquillo. Con todas las sangrías, absorciones, captaciones y deserciones en bloque, UV no ha alcanzado el grado de disolución deseable para el PP. Ahí está el 4,9% que alguna empresa demoscópica como Gallup, con una muestra más amplia que las que elabora habitualmente el Centro de Investigaciones Sociológicas, le acaba de atribuir en septiembre. UV recupera el espacio que el PP va dejando en la provincia de Valencia, donde la ciudad se plantea como un escenario decisivo. En eso, el partido de Chiquillo sigue comportándose como un vaso comunicante del PP, que es de donde surgió por escisión en los días de Alianza Popular, lo que le asegura una larga vida porque su raíz se hunde en el mismo suelo electoral. Este dato, afianzado en varios frentes, obliga a Zaplana a estar en tensión para tratar de mantener la fidelidad del espacio. Y a regresar a la realidad.

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