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Conversar con Miquel Batllori

En la nota preliminar del libro Recuerdos de casi un siglo, ahora traducido al castellano (Editorial El Acantilado), Miquel Batllori, reciente Premio Nacional de las Letras, escribe que la aceptación de reunir en un libro sus recuerdos responde a la presión de dos historiadoras contemporaneístas, haciendo una clara alusión a nuestra intervención en el proyecto. Es ésta su particular forma de expresar que este libro nunca se habría publicado por voluntad propia. Y es también una muestra más de la humildad que le caracteriza y que le llevó a contestarnos con una pregunta: '¿Vosotras creéis que esto interesará a alguien?'. Sin embargo, nuestra inicial insistencia fue recompensada con creces a lo largo de todos los encuentros que mantuvimos.

Para acometer la tarea, acudimos, aproximadamente un día a la semana durante más de cuatro meses, a nuestra cita en la residencia de los Jesuitas de la calle de Casp, en Barcelona. El padre Batllori nos esperaba frente a la puerta del ascensor para, con una amable sonrisa, estrecharnos la mano y conducirnos a su despacho. Allí, sentados los tres entre el poco espacio que dejaban los muchos libros amontonados sobre la mesa escritorio, en las librerías o sobre cualquier superficie disponible, comenzamos a tirar del hilo de sus recuerdos. La primera tarde ya nos dimos cuenta de que el trabajo iba a ser arduo. Nuestro interlocutor mostraba una elocuencia fuera de lo común, que le permitía hablar durante cuatro horas seguidas hasta agotar nuestras reservas de cintas magnetofónicas, sin perder en ningún momento el curso de la conversación. Las palabras de Miquel Batllori fluían torrencialmente, víctimas de un pensamiento repleto de información y de una enorme carga de generosidad para transmitírnosla. Así, día tras día, personificamos aquella sugerencia de Joyce de que la inteligencia es memoria.

La tarea de dar forma escrita a aquellas largas horas de charla tampoco se nos presentaba fácil. La escritura de Miquel Batllori ha sido elogiada por los críticos literarios como de una gran belleza tanto por su elegancia estilística como por su muy personal incorporación de modismos. Pero, además, conviene añadir que su conversación, para aquellos privilegiados que hemos podido disfrutar de ella, es una experiencia única. ¿Cómo explicar al lector esos cambios de ritmo cuando, después de extenderse en un sinfín de nombres, apellidos, parentescos y árboles genealógicos, su mirada adquiere un pícaro brillo y pasa a narrarnos cómo en un baile organizado en la Barcelona en presencia de Alfonso XIII, una señora le comunicó al rey que había estado bailando 'con la chica más separatista de esta ciudad', y el monarca respondió sin vacilar: 'Pues cuando bailaba conmigo no lo parecía'?

Conversar con Batllori es también disfrutar de ese cambio de ritmo y de registro que transhuma de la erudición minuciosa a la categorización conceptual, pero intercalando siempre una anécdota de lo más sugerente. Sin embargo, éstas no son un simple divertimento. Están, como a él le gusta aclarar, 'en la línea nietzcheano-orsiana que conduce hacia hechos y pensamientos de cierta categoría histórica'. La anécdota categórica es parte consustancial de la fina ironía que envuelve a su personalidad, que él mismo definió sutilmente al preguntarle el Padre Leturia cómo había podido perseverar en la Compañía de Jesús 'pensando como piensa y hablando como habla'. Batllori, escuetamente, respondió: 'Pues, muy sencillo, con un humorismo trascendental'.

De forma consciente y voluntaria hemos querido traspasar la profundidad y la agudeza del discurso oral a un discurso escrito, en un tono directo y coloquial, como si el lector conversase directamente con el padre Batllori. La prosa de estos recuerdos ni compite con su prosa escrita ni la emula, es una muestra viva de su excelente y profunda locuacidad. Sin embargo, siempre quedará en nosotras esa sensación de inabarcable que produce el conocimiento cuando se manifiesta a través de la realidad cotidiana, de la naturaleza sentida, espontánea y en movimiento de las palabras.

Cristina Gatell y Gloria Soler son historiadoras y coautoras del libro Recuerdos de casi un siglo.

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