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Columna
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Escándalo

Tiene razón Javier Arenas cuando dice que es una pena que de Andalucía sólo se hable para contar escándalos. Tiene razón que es una pena, aunque exagera cuando asegura que sólo se habla de Andalucía para contar escándalos, porque no es verdad. Es más, a veces los escándalos no son tales, y en otras ocasiones no son exactamente lo que parecen. Estamos otra vez estos días ante un asunto de esos exportables, para que Andalucía sea otra vez centro de atención por sus escándalos.

Me refiero al asunto del espionaje en las cajas de ahorro, esa historia que se atraviesa en las tragaderas y no hay manera de que le pase a una de la tráquea. Ahí hay gato encerrado. Sin duda, es siniestra la historia, tanto que habría cabido por parte de la oposición una actitud responsable, serena, de verlas venir, de colaborar al esclarecimiento de ese sospechoso asunto. Aunque a decir verdad no toda la oposición ha reaccionado como lo ha hecho el PP, cuya presidenta puso el grito en el cielo amplificando lo que hubiera requerido prudencia.

A cuenta de la manera de presentar las cosas, el PP andaluz está logrando que la política andaluza esté en un permanente ataque de nervios, en un grito en el cielo cotidiano, con lo cual, entre otras cosas, es posible que lo que esté logrando el PP es que le acabe ocurriendo como a Pedro con el lobo. Tanto se escandalizan, tanto elevan el tono, que puede acabar por no ser tomados en cuenta.

Este nuevo asunto en el que se ha querido meter el PP, blandiendo su espada justiciera y lanzándose como lo hizo Teófila Martínez en el Parlamento sobre algo que, a medida que fueron pasando las horas, fue pareciéndose más al precipicio del exceso que a otra cosa, tiene sus riesgos.

No parecen creerlo así ni Teófila Martínez ni Javier Arenas y, sin embargo, es posible que no estuviera mal que fueran capaces de hacer una reflexión en ese sentido, única y exclusivamente por su propio bien y, naturalmente, el de su partido en Andalucía. Porque lo que empieza a ser una pena es que el PP, en permanente estado de escándalo, haya hecho de él, prácticamente, su única estrategia de oposición.

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