Cobarde ETA
ETA ha vuelto a matar, por la espalda, como los cobardes. Esta vez a dos ertzainas que lo único que hacían era dirigir el tráfico. Dos cobardes han llegado en su coche hasta los dos ertzainas y, sin darles siquiera oportunidad a defenderse, les han disparado una ráfaga de balas hasta acabar con sus vidas. Y todo esto, por la espalda. No nos engañemos, este atentado es la prueba definitiva de que ETA está en contra de los que dicen defender. Defender, ¿de quién? Esa jauría de asesinos sólo quiere defender a su pueblo del peligro de vivir en paz. Quieren ser los amos absolutos del País Vasco. Quieren que todo gire en torno a ellos: policías, jueces, políticos y todo el pueblo llano. Quieren que todos en el País Vasco piensen como ellos. Pero sobre todo quieren un pueblo mudo y sumiso al servicio de toda la red etarra. Y, por si fuera poco, el PNV y el propio Gobierno vasco les están allanando el camino con el tema de la autodeterminación. Hoy han sido dos ertzaintzas los que han muerto por las balas de ETA, pero, hace unos pocos años, los muertos hubieran sido los etarras. Fue el día del macabro asesinato de Miguel Ángel Blanco. El pueblo se echó a la calle para hacer frente a los etarras. ¿Quién no recuerda aquella escena en la que, apostados frente a una taberna vasca, había unas decenas de valientes increpando a los que estaban dentro, escondidos como cobardes? ¿Y quién defendió a esos cobardes de un más que seguro linchamiento? Los ertzainas. Hoy hemos visto cómo estos cobardes con pistola devuelven el favor.- Eduardo Gil García. Santa María de Guía, Las Palmas de Gran Canaria.
Hace ya casi tres meses que unos hielos de acero, poblados de nosotros, devastaron en una medida sin precedentes la cultura occidental, o lo que de ella entendemos. Conocía a alguien que viajaba en el vuelo hacia Los Ángeles, y a alguien relaccionado con una de las víctimas en la torre uno. Tengo amigos que trabajan en la zona inmediata y, sin saber que hacer, huían de allí, pávidos, aterrados en el polvo que, por unos momentos, conservaba la figura de la torre, como una alegoría dantesca del vacío que ocurre ahora y al que es casi imposible mirar.
Yo vivo en Connecticut y aquí enseño lengua española y literatura. Solía acercarme a Nueva York casi todos los fines de semana a ver cine, a escuchar ópera y a cenar y andar con amigos y luego a tomar unas copas en el Village. No he vuelto desde septiembre por el horror del vacío. Solía, en verano, ir al País Vasco, donde tengo a mis mejores amigos. Muchas fueron mis renuncias a no volver.
Hoy he decidido que nunca volveré al País Vasco, porque en el vacío que deja el terror quepo yo, y cabe cualquiera. No haya tregua para los que quisieron dejar, con seis mil muertos, la deliciosa ciudad amputada. No haya tregua para esos miles de revólveres que ayer hicieron ceniza a los dos inocentes, donde la humanidad entera cabe. Estaban solos haciendo algo por el bien del mundo, por hacerlo más transitable. Y todos los que sobrevivimos al terror estamos obligados a su destrucción, porque no queremos más ceniza que sólo nos vuelve el corazón negro.
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