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ES EL MOMENTO DE... | PROPUESTAS

El aire de los pájaros

Si 'todo en el aire es pájaro', como nos propuso Jorge Guillén, ahora, en la helada transparencia de un otoño, será Gabriel de Bocángel el que acierte. Su evocación a las bandadas como 'florido azote del aire' queda confirmada por la evidencia de que nuestros paisajes están siendo acariciados por el batir de, al menos, mil millones de alas. Tengamos en cuenta que los ornitólogos españoles estiman que la población de aves invernantes en la Península puede alcanzar la cifra de unos 500 millones. Sobre todo cuando olas de frío, empujadas por vientos del norte, se instalan en nuestro derredor. Y en esas estamos.

La mayoría son pequeños pájaros, dispersos y bastante silenciosos. Pero a su lado podremos contemplar uno de los acontecimientos más rotundos de lo espontáneo en estas latitudes. Miles de bandos azotarán a los aires, llenando los ojos del clamor que siempre mana de lo múltiple, agregado y casi nunca silencioso. Porque los alados, además de conspicuos para los ojos, son también los animales que más veces y con mayor acierto llaman a las puertas de nuestros oídos. Algunas de estas agregaciones infinitas se desplazan con notable orden. Caso de gaviotas, cormoranes, patos, grullas y garcillas, que dibujan en el cielo triángulos sin base, la letra uve, líneas oblicuas, a veces un rombo casi perfecto. Será a lo largo de nuestros ríos y sobre todo cerca de los embalses donde más veces nos sorprenderán. Las grullas, además de acudir a dormir a donde puedan mojar sus patas, vuelan sobre nuestros encinares, especialmente los extremeños.

Otras bandadas, como las de estorninos, grajillas, palomas, avefrías, alondras, pardillos, jilgueros, verdecillos, trigueros... son el mejor ejemplo de que el caos es sólo el primer paso de la armonía. De que el revoltijo es regocijo para la mirada. Esa que encontrará, en los cielos más limpios del año, una turbamulta cohesionada, una capacidad infinita para convertir lo compuesto por incontables partes en un todo de prodigiosas sincronías. Para contemplar estas bandadas taoístas no hay reducto concreto. Están, un poco por doquier, dispuestas siempre a provocar una sorpresa tan grata como gratuita.

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