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Columna
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Oposición

Aunque desde lejos parezca que la consubstanciación que ha alcanzado el PP con Bancaixa sea un logro entero del partido del Gobierno, el principal partido de la oposición, el PSPV, ha participado en ese éxito casi por igual. Nunca en la historia de la democracia local se habían acoplado con tanta perfección los intereses de un partido en el poder y el desinterés de su principal adversario en la oposición. Por una parte, el PP necesitaba copar todos los consejeros, no tanto para allanarse el camino hacia la fusión entre Bancaixa y la CAM, que no es tan simple, como para poner en evidencia lo que salta a la vista desde hace tiempo entre los empresarios y los colectivos sociales: el PSPV, en su particular circunstancia, ya no es interlocutor de nadie. Y ahora que no está apenas en Bancaixa lo es menos todavía. Por la otra, el PSPV no quería aceptar un acuerdo en el que obtuviese un número inferior de consejeros al que le correspondió en los días épicos de la gestora, porque eso, en clave interna, podía desatar un cierto desánimo doméstico. Y lo que es peor, sin desconocer que cualquier inflexibilidad en ese sentido podía dar pie a que el PP se quedara con todo, puesto que la norma lo facilitaba. Sin embargo, quien dirige el timón de la deriva del PSPV prefirió no estar, aun a riesgo de perder así toda la información a la que hasta ahora había tenido acceso en la entidad financiera, sólo por evitarse la posible contestación interna. Esta operación de tanto calado es un sintoma revelador del cuadro clínico del primer partido de la oposición, no menos explicativo que lo fue la moción de censura de Ontinyent, que puso de relieve que, ante la falta de liderazgo y la galopante desestructuración, cada cual campa por su fuero. Por no hablar de la epopeya del Grupo Parlamentario Socialista donde las cosas, presididas por la divisa de la incapacidad y la hipoteca, son tan graves como parecen. Y no porque la ruptura de pajas entre Joan Ignasi Pla y su maestro Joan Lerma, en la que se disputan los escombros para levantarse un pedestal y sobrevivir hasta el infinito y más allá, haya agravado la situación, sino porque simplemente la muestra con todo su rigor.

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