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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los negros retratos de Kokoschka

La exposición titulada Kokoschka, Max Schmidt, Adolf Loos y sus amigos, se encuadra dentro de la estupenda serie Contextos de la Colección Permanente del Museo Thyssen, de la que la actual es ya la número 11. Como seguramente ya conocerá el buen aficionado, se trata de una serie de muestras, reducidas en cuanto a la cantidad de obras exhibidas, aunque, por lo general, excelentes, que se agrupan por la relación directa que mantienen, las que vienen de fuera, con alguna de las piezas capitales que atesora el Museo Thyssen-Bornemisza.

En el caso que nos ocupa, la obra elegida es el Retrato de Max Schmidt, pintado, entre 1911 y 1914, por el artista austriaco, nacionalizado británico, Oskar Kokoschka (1886-1980) y adquirido por el barón Thyssen-Bornemisza en 1982 e integrado en la colección permanente en 1993. A este importante cuadro, hay que añadir el que adquirió, en 1998, la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza, el Retrato de Carl Leo Schmidt, que ahora no sólo se exhibe, sino que, gracias a un delicado proceso de restauración, lo puede hacer junto al anterior, pues ambos formaron parte originalmente de un mismo retrato colectivo, el de los tres hermanos Schmidt, Hugo, Max y Carl Leo, fragmentados en tres partes hacia los años cincuenta del pasado siglo, habiéndose perdido el rastro hasta el momento de la que contenía la efigie del primero de los citados. Pero, por si no fuera ya un motivo suficiente para la presente exposición el que, gracias a ella, se presente la venturosa reconstrucción parcial de esta obra recortada, se ha añadido una magnífica selección de otros 10 retratos de Kokoschka, elegidos entre los que realizó el pintor antes de la Primera Guerra Mundial con el apoyo de su protector, el refinado arquitecto vienés Adolf Loos.

KOKOSCHKA, MAX SCHMIDT, ADOLF LOOS Y SUS AMIGOS

Museo Thyssen-Bornemisza Paseo del Padro, 8. Madrid Hasta el 17 de febrero de 2002

La comisaria de esta muestra

ha sido Paloma Alarcó, conservadora del Museo Thyssen-Bornemisza, y el catálogo, además de contener un muy documentado texto de ella y otro, de presentación, de Tomás Llorens, conservador jefe de esta misma institución, está enriquecido con los de Johan Wincler, centrado en el estudio de la firma Max Schmidt, el progenitor y creador de la casa de diseño en la que trabajaron los tres hermanos del retrato colectivo en cuestión, y del prestigioso historiador del arte, recientemente fallecido, E. H. Gombrich, austriaco también nacionalizado británico, como Kokoschka, texto éste dedicado a evocar la figura del pintor y la espléndida época de la Viena finisecular en la que se formó.

En la amplia obra que realizó el expresionista Oskar Kokoschka a lo largo de su casi centenaria existencia, el retrato ocupó un papel muy destacado. En este sentido, nadie duda en considerarlo uno de los mejores retratistas del siglo XX, pero su excepcional talento para la práctica de este género se aprecia todavía más cuando se sabe que su carrera inconformista empezó precisamente haciendo retratos cuando casi ninguno de los vanguardistas históricos del primer tercio del siglo XX, contemporáneos suyos, se dedicaban a ello, quizá como reacción a la obligada presión que sus antecesores sufrieron al respecto. Hay que subrayar este hecho, porque el contenido de lo que se exhibe en la presente muestra está centrado precisamente en una selección de los retratos que hizo Kokoschka en este conflictivo periodo de antes de la Primera Guerra Mundial, los cuales no sólo definen los fundamentos de cómo interpretó posteriormente el género, sino también son los mejores. Por otra parte, como señala Tomás Llorens, en estos primeros retratos, Oskar Kokoschka supo desplazar la cuestión del 'cómo' pintarlos por la entonces mucho más profunda y comprometedora, desde el punto de vista moderno, del 'por qué', lo cual supone que nos hallamos ante una auténtica concepción renovadora de un género pictórico de los más antiguos e históricamente más tipificados.

En su autobiografía, Oskar Kokoschka evoca su método para la realización de retratos, que afirma estar inspirado en el Museo de Historia Natural, aprovechando los modelos primitivos que exageran los rasgos fisiognómicos para acentuar la sensación de vida de un cráneo. Es una confesión de un expresionista de vanguardia, pero que, en el caso de Kokoschka y otros colegas de la Viena finisecular, también hay que interpretar sin desatender lo que estas inquietudes innovadoras tenían para ellos de simultánea conjugación con la riquísima tradición barroca local. Al fin y al cabo, el sentido apocalíptico de este formidable mundo cultural vienés, que no se limitó en absoluto, como es sabido, al talento de sus artistas plásticos, se debió a la conciencia de un lastre histórico tan fascinante e imprescindible como manifiestamente inviable; esto es: sin ningún futuro.

Es por eso por lo que los retratos de Kokoschka, como los desnudos y figuras de Schiele, parecen habitados por una tensión casi insoportable, paroxística, siempre como al borde de la destrucción. La potente personalidad y, sobre todo, vitalidad de Kokoschka hizo que, en su caso, el alto voltaje de esta tensión no acabase con él y su obra, pero, en cualquier caso, toda su larga trayectoria posterior se nutrió de la fuerza de la experiencia de este caos subjetivo y objetivo de su juventud. La importancia de esta exposición es, por tanto, muy polivalente, ya que no sólo nos proporciona un conjunto de datos artísticos decisivos para entender la génesis del estilo maduro del artista y del entorno social que la hizo posible -reflejado mediante un enfoque al fecundo microcosmos de Adolf Loos-, sino que nos introduce de lleno en uno de los contextos donde se reveló de la forma más contundente la naturaleza traumática de la creación en el arte del siglo XX. Por lo demás, aunque no sean ahora citados uno por uno, entre la docena de retratos ahora exhibidos en la muestra que comentamos, hay ciertamente obras importantes y, sobre todo, prototipos, lo cual convierte su visita en imprescindible.

Retrato del arquitecto Adolf Loos (1909), de Oskar Kokoschka
Retrato del arquitecto Adolf Loos (1909), de Oskar KokoschkaSTAATLICHE MUSEEN ZU BERLIN

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