El Roto
En la Redacción de Triunfo había un redactor traductor de una capacidad extraordinaria. Se podía ver a Joaquín Rábago riendo a carcajadas con los chistes de un periódico búlgaro o uno finlandés. Hoy es corresponsal de la agencia Efe en uno de esos sitios. Un día Joaquín dijo que tenía un hermano que hacía dibujitos. Le invitamos, apareció Andrés Rábago con su carpeta y de ella empezaron a salir nuestros monstruos: los que llevábamos dentro. Yo les encontraba algo nórdico, algo de Ensor: por esa máquina de buscar antecedentes que tenemos los que queremos buscar formas fáciles de la cultura. Se quedó con nosotros, firmó Ops y la admiración le siguió desde el primer día. Siguió luego en Hermano Lobo, la revista de humor que también montó Escurra y que produjo algunos héroes del humor. Las dos publicaciones, más Tiempo de historia, en la que yo trabajaba con Fernando Lara y con Guillermo de Guerra, se fueron al cuerno. El curioso cuerno de España, donde van a parar tantas cosas valiosas: la gente creyó que había llegado la liberación, que la transición era cosa cierta, los partidos instituciones democráticas, las democracias regímenes del pueblo y muchas cosas así. No era verdad, pero quizá encontraron que ya no tenían que mirar nuestras cosillas para reconocerse en ellas. Tendrían su razón.
Ops es hoy El Roto. Aparece en las páginas locales de Madrid, y en las de algunas otras regionales de este periódico, como yo aparezco en las de Televisión. Cada uno en su cuerno, y Dios en el de todos. Nuestro Roto no para, porque esto no para. Su dibujo es de trazo grueso, cabeza calva o dura, sus personajes aún parecen salir de un mundo lluvioso aunque sean afganos. Ahora ha publicado un libro de acuarelas lavadas, y es él mismo, el del periódico: y es el mundo de las víctimas y de los verdugos, como entonces. Sus láminas se exponen en el Círculo de Lectores. Algo aprendimos todos juntos en Triunfo, algo nos enseñábamos y enseñamos a los demás. Algo aprendió de aquello este periódico; aquí recalamos algunos de los hundidos, y volvimos a aprender otras cosas. No todo se pierde siempre.
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