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Reportaje:

Deberes y merienda en la Cruz Roja

Un taller busca la integración, fuera del colegio, de niños inadaptados e inmigrantes con chavales de Fuenlabrada

Desde el martes pasado, 15 niños de entre seis y 14 años meriendan, hacen los deberes y juegan juntos en la sede de la Cruz Roja en Fuenlabrada. Los responsables de esta organización eligieron el Día de los Derechos de la Infancia para estrenar un taller con aspiraciones integradoras: niños inmigrantes, pequeños de familias rotas y niños de la casa de acogida de mujeres maltratadas o que no hablan bien aún el castellano conviven con chavales del barrio en el que está enclavada la Cruz Roja, a un lado de la avenida de España.

El goteo de niños comienza a las 16.30, a la salida de clase. Lo primero es la merienda, media hora animadísima en la que los retoños charlan de lo que les apetece, mientras se toman un zumo o unas natillas de brik y unas galletas. Ayer, los más puntuales fueron Miguel, Dani y Javier, tres de los veteranos del grupo, que llevan años haciendo las tareas escolares en las aulas de la Cruz Roja y que ahora se han incorporado al taller de integración.

Miguel, el más inquieto, tiene 12 años y pasa las tardes en esta sede 'desde pequeño', dice. Acude porque le 'divierte' y para que los mayores le ayuden con los deberes. 'Hoy [por ayer] son de matemáticas y lenguaje; no sé, algo de la divisibilidad y los números primos', explica. A su lado, Javier, de la misma edad y el mismo colegio, el Jovellanos, explica que él está con el mínimo común múltiplo y el máximo común divisor. A Dani, sin embargo, le preocupa mucho más si mañana (por hoy) van a ir al cine, como estaba previsto, porque los viernes van a ser monográficos: sólo diversión, nada de libros ni tareas. Los tres chicos están de acuerdo en entrar a ver la película Scary movie y temen que, si se les pide opinión a los más pequeños de la clase, les toque tragarse 'una de dibujos animados'.

Los pequeños o 'los nuevos' son gente como Lady, de 10 años, y Jonathan, de ocho, dos hermanos ecuatorianos que residen en Fuenlabrada desde hace 'casi dos años'. Lady y Jonathan guardan silencio y observan con los ojos vivísimos la movida que están organizando sus compañeros más grandes. Por fortuna, a los pocos segundos, Javier se aproxima a preguntarle algo a Lady. El monitor les mira y comenta: '¿Ves? Eso es lo que pretendemos, que se acerquen; sabemos que no será cuestión de días, porque no basta con decirles que se tienen que llevar todos bien y darse besitos, no, tiene que ir saliendo de ellos'.

A su aire, Miguel, travieso y participativo, no deja de hablar de 'la guerra': en su mapa actual del mundo, sólo existe Fuenlabrada, Kabul y Nueva York, lo que denota -aunque lo demuestre con declaraciones irreproducibles- que está impresionado con el conflicto bélico. Tras la media hora larga de acomodo con piscolabis, los niños se dirigen a la clase donde, hasta las seis de la tarde, van a hacer los deberes, con la asistencia de los monitores. Después toca un recreo de una media hora 'para que desconecten de los libros' y dedican el resto del tiempo, hasta las ocho de la tarde, a actividades distintas, según los casos. Los chavales que aún no entienden bien el castellano reciben unas nociones teóricas y prácticas de lengua. Los pequeños aprenden 'valores jugando' y los de 11 a 14 años reciben enseñanzas sobre asuntos clave en su desarrollo, como 'la sexualidad, la anorexia, la bulimia, las drogas y la educación para la paz'.

Para cuidar de los chavales y realizar esta labor educativa, la Cruz Roja cuenta con 25 voluntarios repartidos por días, 'de forma que haya siempre un monitor por cada cuatro chavales', explica el coordinador de esta ONG en Fuenlabrada, Javier García. 'No todo el mundo vale para esto. Hicimos una selección previa donde, como condición mínima, pedimos el bachillerato o el COU para que ayuden de una forma efectiva', añade. Los voluntarios están preparados incluso 'para resolver algún conflicto que pueda darse en un momento determinado, porque tienen nociones de psicología', dice.

El taller de integración es una derivación del de apoyo escolar que la Cruz Roja puso en marcha hace cuatro años para ayudar a los niños del barrio a hacer los deberes y llevarlos de excursión. 'Entonces nos llegaron peticiones de niños inmigrantes con necesidades sociales y educativas, y también de niños del centro de mujeres maltratadas. Por eso se creó esta actividad', recuerda.

Para que la integración sea completa se ha sumado un grupo de disminuidos psíquicos que apoya a los monitores a la hora de los juegos. Y es que hasta las actividades lúdicas pueden tener una función educativa, como resalta el director de la Cruz Roja Juventud, Jesús. 'Jugando, los niños se enteran de lo importante que es el grupo, porque para ganar, por ejemplo, hay que ser solidario o contar con el resto de compañeros', comenta este joven de 19 años y estudiante de empresariales que regala gustoso su tiempo libre a la Cruz Roja. Jesús es partidario de la naturalidad y cree que 'hasta las burradas que dicen los chavales grandes' sirven para romper 'esa distancia inicial que guardan los niños que nunca antes habían venido aquí o que no entienden bien el castellano'.

El taller tiene capacidad para unos 30 chavales, pero de momento sólo cuenta con 15: cinco de entre seis y 10 años y una decena de 11 a 14 años. Los pequeños acuden casi obligados por los Servicios Sociales de la localidad, en tanto que los mayores participan de mil amores. Al grupo de encantados pertenecen Tania, de 11 años, y Violeta, de 12, que se han unido al taller para 'conocer a gente'. De pronto, alguien, recién llegado, dice: 'Oye, mañana podríamos ir a ver Scary movie'. Y todos ríen abiertamente.

Monitores voluntarios ayudan a los niños a hacer sus deberes en el taller de Cruz Roja en Fuenlabrada.
Monitores voluntarios ayudan a los niños a hacer sus deberes en el taller de Cruz Roja en Fuenlabrada.S. M.

Sonrojo y raíces cuadradas

Un servicio municipal evita un montón de trifulcas domésticas en Fuenlabrada. Se llama fuenlicole y libera a los escolares de la condena de hacer los deberes en casa, en solitario; al tiempo, ahorra a los padres el sonrojo de tener que confesarle al niño: 'Pues ya no me acuerdo de cómo se resolvía esa raíz cuadrada, hace tanto tiempo...'. El Ayuntamiento bautizó como fuenlicole al centro escolar que permanece abierto después del horario lectivo, entre las 16.00 y las 21.00. Funciona uno por barrio y 'allí los chavales pueden jugar, practicar deportes, realizar talleres o hacer los deberes', apunta el concejal de Educación, José Manuel Simancas. El taller de integración de Cruz Roja intenta llegar todavía más lejos. 'Nosotros complementamos ese servicio con una atención individualizada a chavales que necesitan apoyo especial', subraya el coordinador local de Cruz Roja, Javier García. La formación de los monitores de los fuenlicoles y los voluntarios de la ONG es distinta también. Estos últimos han tenido que aprender, por ejemplo, 'castellano para inmigrantes'. 'Además, hacemos un seguimiento, hablamos con la familia y entregamos un informe al colectivo que nos remite al niño', dice García.

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