A vueltas con Zidane
Una vez acreditado que Zidane no es un problema para el Madrid, quedan por resolver algunas preguntas sobre el equipo, su diseño y su rendimiento. El buen juego frente al Sevilla invita al optimismo en las filas madridistas, pero no a la confianza. Incluso en un partido de ratos brillantes, el Madrid fue víctima de los defectos que le han aturdido en el arranque del campeonato. Sus apuros finales fueron la consecuencia de la tendencia al descuido y de una cierta falta de intensidad. Carencias de esta clase fueron decisivas en sus derrotas frente al Betis y el Zaragoza, o los empates con el Valladolid o el Málaga. No hay nada todavía que evite la incertidumbre que produce el equipo, y no parece que una corta victoria sobre el Sevilla funcione como argumento suficiente para redimir al Madrid de los numerosos fiascos anteriores.
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Con respecto a Zidane, quedó muy claro que es mejor jugador del mundo, si por tal se entiende el que mejor juega: es un manual con botas. Resulta curioso el entusiasmo que levantó su actuación en Chamartín. Al fin y al cabo se trata de un jugador antiguo, o de un futbolista sobre el que se han depositado todas las viejas artes del juego y casi ninguna de las nuevas teorías. Ni se distingue por su despliegue físico, ni por el quite. A Zidane sólo le convoca el balón y lo que puede hacer con él. En un mundo donde se pretende convertir a la pelota en un factor irrelevante, resulta que a Zidane es lo único que le interesa. Y lo que Zidane propone con el balón -una especie de sublime astucia cartesiana- es lo que de verdad importa al público, de manera que el hombre tiene un efecto corrosivo sobre ciertos mitos actuales del fútbol. Está bien que este brillante Zidane actúe como hilo conductor con el pasado. Al menos sirve como garante de ciertos valores del juego que están amenazados.
Al Madrid le conviene aprovechar la trascendencia de Zidane. Hasta ahora, probablemente por una cuestión de carácter, el jugador francés estaba en plan meritorio, como pidiendo excusas, sin aceptarse como el astro que es frente a las demás estrellas del equipo. El partido frente al Sevilla marca una divisoria: los jugadores del Madrid no tendrán más remedio que aceptarle como el faro del equipo. Por lo tanto, Zidane merece toda la protección posible para poder desplegar su ingenio.
En este apartado, Del Bosque tendrá que decidir entre privilegiar la simetría del equipo o blindar a Zidane. Es por aquí por donde aparece la figura de Helguera, el único centrocampista del Madrid capaz de proporcionar a Zidane la seguridad necesaria. Nadie en el medio campo madridista puede competir con Helguera en el juego alto y en la fiereza para meter pierna, por no hablar de su poderío en las llegadas al área. Sin duda es el jugador contundente que necesita Zidane a su lado. Para ello, Helguera deberá abandonar sus tendencias caóticas y asumir el riguroso papel que le corresponde, que a su manera es tan cartesiano y preciso como el de Zidane.
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