Las máscaras del desasosiego
La bibliografía pessoana (activa y pasiva) aparecida en España desde el año del Señor de 1946 en que Joaquín de Entrambasaguas publicara en portugués algunos de los poemas de Pessoa es ya considerable en cantidad y de importancia relevante en cuanto a la originalidad y profundidad de sus aportaciones. Desde las predicaciones magistrales de Basilio Losada aquí y allá sembradas por escrito con singular desorden y los estudios y traducciones de Rafael Santos Torroella, Ildefonso Manuel Gil, Nicolás Extremera, Maria Lluïsa Trias Folch, J. L. García Martín, Pablo del Barco, Miguel Ángel Viqueira, José Luis Cilleruelo o, en lengua catalana, de Joaquim Sala-Sanahuja, hasta los nombres mayores de José Antonio Llardent y Ángel Crespo, muchos han sido los que se han sentido fascinados por la personalidad y la obra del demiurgo bebedor al que yo mismo más de una vez califiqué -y hoy vuelvo a hacerlo- como el mayor poeta de la modernidad. En el caso de Ángel Crespo, sus aproximaciones parciales y sus traducciones (o versiones, o transcreaciones) acabarían desembocando incluso en una interpretación global del fenómeno pessoano que hoy debemos colocar junto a las de João Gaspar Simões, António Quadros, Teresa Rita Lopes o Robert Bréchon, aunque realmente sólo las de Crespo, Quadros y -parcialmente- la de Teresa Rita Lopes podrían aproximarse a la idea de 'interpretación' o descubrimiento de un sentido global de la persona, el personaje y la obra, siendo las otras más bien aproximaciones derivadas hacia la biografía en la más noble acepción y uso del término.
UN CORAZÓN DE NADIE
Fernando Pessoa. Edición de Ángel Campos Pámpano Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2001 655 páginas. 3.500 pesetas
Muchos se han sentido fascinados por la personalidad y la obra del demiurgo bebedor al que yo mismo califiqué como el mayor poeta de la modernidad
En esa tradición bebe Ángel Campos Pámpano, de esa tradición viene, y esa tradición continúa y amplía y enriquece, a través de un ya dilatado trabajo de traducciones parciales o globales de los heterónimos mayores magníficamente publicados por la editorial Pre-Textos. Pessoa se ha venido constituyendo poco a poco en obsesión mayor, pero no exclusiva, de la pasión lusitana de Ángel Campos: baste recordar sus muchas otras traducciones (Ramos Rosa, Carlos de Oliveira, José Saramago, la antología de la poesía reciente portuguesa a la que él llamó Los nombres del mar) o su trabajo de animador a través de la predicación (conferencias, seminarios, etcétera) y de la dirección y coordinación de las revistas bilingües Espacio/Espaço Escrito o Falar/Hablar de Poesía.
La antología de la obra de Pessoa
que ahora se presenta culmina en cierto modo la dedicación de Ángel Campos a la obra del poeta de los heterónimos y pone el resultado de esa ya larga dedicación al servicio de su mayor y mejor conocimiento, combinando, de acuerdo con las exigencias de lo que algunos han llamado 'alta divulgación', el rigor y la amenidad en la presentación del poeta con la prudencia en la selección de la obra y la exigencia a la hora de su adecuada traducción. Tarea nada fácil, tareas nada fáciles cuando uno ha tratado de cerca la inmensidad y complejidad de la obra pessoana, las peculiares características de esa obra de obras (incluyendo la diversidad estilística y gramatical de cada una de ellas), la accidentada historia de sus sucesivas ediciones, el caos en el que el propio poeta nos dejó los casi 28.000 documentos que habitan el famoso baúl (caos paradójicamente perjudicado por la propia obsesión orgánica del autor) y el caos aún mayor en que fueron siendo sucesivamente re-desordenados por editores, investigadores y curiosos.
Seleccionar adecuadamente la obra de Pessoa puede resultar agotador y decepcionante, más aún si tenemos en cuenta que la aparente independencia de las obras de cada una de sus sinceras ficciones heteronímicas sólo se explica cumplidamente por referencia a un todo integrador que da sentido a la dispersión y al diálogo dramático del 'drama em gente' pessoano. Pero no menos complicada se presenta la empresa de reducir a menos de una cincuentena de páginas la presentación de esa representación y de sus personajes, es decir, la información sobre la biografía personal y literaria del autor y de cada una de sus máscaras, la explicación de la formación literaria de todas ellas en su interdependencia y en el significado singular de cada una, y, en fin, el intento de adivinación -cuando sólo podemos avanzar hipótesis por falta de información suficiente- de ciertos pormenores o aspectos del bildungsroman pessoano. Ante la imposibilidad de abarcar autor(es), obra(s) y pensamiento(s) en una síntesis con coherencia y sentido suficientes, Ángel Campos optó, con buen criterio, por acercar familiarmente a Fernando Pessoa a la curiosidad y las inquietudes del lector supuestamente menos avisado, invitándolo a seguir los meandros de una vida sin incidencias relevantes aparentes que va ganando en interés gracias a un inteligente y laborioso trabajo narrativo merced al cual los pormenores biográficos -hábilmente seleccionados y discriminados- van entretejiendo anécdotas del vivir cotidiano del Pessoa 'municipal y contribuyente' (familia, estudios, trabajos, actitudes, esporádicas ráfagas de valiente intervención social, el arte, en fin, de ir sobreviviendo de un dandi oficinista aguardentófilo y genial) con noticias sobre su formación intelectual y artística (lecturas, tertulias, amigos...), interpretaciones personales sobre aspectos controvertidos o no documentados (el miedo a la locura, su traslado a Lisboa, su sexualidad...), y la progresiva organización de su peculiar teatro interior fragmentariamente trasladado al público a través de los heterónimos.
Forzados a escoger poetas y poemas para una antología con unos determinados límites de espacio y previsiones de lectura de entre los planetas y lunas y cometas y astros y asteroides de la galaxia heteronímica pessoana, no parece que las opciones fueran muchas, y entre ellas el organizador optó por aquella que mejor parece responder a un cierto principio de representatividad 'canónica' -Alberto Cairo, sol mayor y maestro, primero; después, el Este y el Oeste que dibujarían sus discípulos Ricardo Reis y Álvaro de Campos, y, finalmente y en el fondo del cuadro, el cuarto heterónimo que Fernando Pessoa tuvo que construir para luchar contra su 'inexistencia como Fernando Pessoa' frente a la realidad de los otros heterónimos: Fernando Pessoa 'ele próprio', él mismo-.
Un último acierto quería apuntar en orden al previsible éxito de esta antología (hablo del éxito que a mí particularmente me interesa: el de saber despertar la curiosidad y el interés del lector, el de saber llevarle a otros horizontes pessoanos y mucho más allá a través del placer y la sorpresa que juntos nos devuelven de la realidad real a la realidad poética): se trata de las introducciones a los poemarios de cada uno de los heterónimos, en las que el organizador ha preferido reproducir las opiniones y recuerdos y críticas que cada uno de ellos fue haciendo de los otros, ofreciéndose así al lector, de manera sutil y respetuosamente pessoana, la realidad de un diálogo dramático que definitivamente se perfila en los textos que cierran la antología.
Hace ya algunos años, coincidiendo con el punto más alto de la difusión de la obra de Pessoa (fechas de la celebración o del recuerdo del cincuentenario de su muerte y del centenario de su nacimiento, 1985 y 1988, respectivamente) y con las primeras críticas a tanta y tan rápida notoriedad y los consiguientes anuncios del inmediato silencio, me atreví a pronosticar que estábamos en la 'era Pessoa' y que esa era no había hecho sino empezar a nacer y a perfilarse, porque, decía yo, 'leer hoy a Pessoa es una necesidad y una aventura: un riesgo necesario' -el riesgo, la necesidad y la aventura de 'aprender a desconocernos para reencontrarnos'-. La antología de Ángel Campos hace más fácil, por lo bien seleccionada y ordenada y traducida, la lectura de la poesía de los poetas mayores de Fernando Pessoa, y hace por ello más previsible y más universal la aventura de incorporar el sueño pessoano de una revolución moral desde la poesía y por la poesía que nos permita alimentar la esperanza de otras revoluciones o de otras dimensiones posibles -ética, política...- de una revolución sin estación término ni carretera de sentido único, de un camino que, en definitiva, va haciéndose al andar, como dijo el otro, haciendo así de la poesía aquella 'verdad práctica' que un tercero se atrevió a proponer como exigencia que para nuestra mayor felicidad y tragedia a tanto nos obliga.
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