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LITERATURA POPULAR | RAICES
Columna
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'Ése era uno como tú y como yo'

Trabé una cierta amistad, hace muchos años, con un maestro albañil de la Macarena, prácticamente analfabeto y de una extraordinaria inteligencia (dos cosas que no se repugnan en absoluto). El maestro Becerril, que así se llamaba, chamullaba un poquito el caló, o más bien una mescolanza de germanía y caló, con la que intentaba iniciarme en los secretos lingüísticos de los gitanos. Torpe de este calorró, que sólo aprendió unos rudimentos inservibles y cuatro palabras que todo el mundo sabe: chalaúra, duquitas, Undibel....

Ahora que lo pienso, yo creo que aquel hombre, si no cañí, por lo menos tenía un ramalazo. Me ha venido a la memoria su emocionado recuerdo al repasar ese libro, todavía insuperado en muchos aspectos, que es Gitanos de la Bética, de José Carlos de Luna. Y ello en busca de refuerzos para este artículo, y alguno más, que pretenden versar sobre los gitanismos en andaluz, a partir del flamenco, naturalmente.

Aunque en realidad yo creo que lo que me preocupa son otras derivadas de ese mismo, inquietante universo, por los derroteros de la antropología y de esa extraña visión del mundo que tienen los calé. Más claramente, tras lo que pudieran ser residuos del mal llamado 'pensamiento salvaje' de los pueblos seminómadas. Asunto que ya sé que ha fascinado a muchos otros, y probablemente con los mismos resultados: perplejidad sin límites y, en el fondo, nada de nada. Ya lo decía el padre Feijóo, que son estos gitanos 'tan conocidos de todos, en cuanto a sus costumbres, como ignorados en cuanto a sus principios'.

Y todo esto, ¿a cuento de qué? Pues de la palabra Undibel, Undebé, simplemente Debel, y aun de otras formas como se oye mentar a Dios en los cantes, y muy a menudo, por cierto. Pepe Marchena lo hacía por soleá: '¡La que me ha mandao Undebel! / Que por olvidarte jago, / y me domina el queré'. La cuestión es bien sencilla: ¿Este Debel tendrá que ver algo con el Dios de los cristianos? La Iglesia siempre ha sospechado que no (y George Borrow, también), aunque ha disimulado lo suyo, con tal de que, por lo menos una vez al año, los del bronce se junten alrededor de unas populares cofradías andaluzas de Semana Santa, que ellos gobiernan, dicen. (La de Sevilla desde luego la gobierna la Duquesa de Alba). De la de Málaga se recitaban hace muchos años unas redondillas que decían: 'Cristales y argentería / y los calorré jadean / y las jorquillas golpean / al compás de bulerías'. Cualquiera canta eso hoy, con los legionarios todavía por medio y lo que está reculando la Santa Madre.

Pero no era eso a lo que iba. Sino a algo que dice J. C. de Luna, que ahora me ha llamado mucho la atención: 'Ven en Jesús, descalzo y maniatado, no a Undebel Sinaró (Dios Poderoso) sino a un hermano desgrasiaíto y perseguío'. Porque eso fue exactamente lo que me dijo el maestro Becerril, un día que le expliqué cómo los cristianos creen que Jesucristo también es Dios. '¡Qué disparate!', saltó aquel hombre, de natural sosegado, como una bala. 'Ése era uno como tú y como yo. ¡Si no, qué mérito tendría, coño!' Y a él, que no entraba en la iglesia ni por equivocación, se le saltaban las lágrimas al paso de la Macarena, como también a las putas, que iban saliendo sigilosas de sus escondrijos de la Alameda, amparadas en las sombras de la Madrugá.

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