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La rutina criminal de Aitor y Belén

El 'comando Madrid' cambiaba de disfraz regularmente, evitaba a los vecinos e iba a aumentar sus crímenes

Jorge A. Rodríguez

Belén disparó a la calle la colilla del último Chester del día. Aitor abrió la botella que tenía en su cuarto e hizo dentro el último pis de la noche; así no tenía que cruzarse con los cohabitantes de su piso camino del servicio. Belén echó a su mochila la pistola HS del nueve largo, un mando a distancia y uno de sus múltiples juegos de carnés falsos. Aitor revisó el depilado de sus cejas, comprobó su arma y echó un vistazo a una foto pegada a la pared. Tenían trabajo por la mañana temprano, un par de horas como máximo: matar con un coche bomba a un desconocido que iría ojeando la prensa en el sillón trasero de un coche oficial verde en el cruce de las calles del Corazón de María y Cardenal Silíceo. Pura rutina para el comando Madrid: ella lo había hecho ya diez veces; él, cinco.

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Aitor se duchó a las seis de la mañana en el cuarto de baño de la calle de las Adelfas. Sus compañeros de piso se extrañaron del madrugón de su realquilado, al que conocían por el nombre de Óscar, el electricista. Belén salió poco después a la calle de Servando Batanero, allí donde tres colombianos murieron el 25 de septiembre en una balasera. Las dos peruanas con las que compartía piso ya se habían puesto en marcha sin prestar demasiada atención a la que decía ser profesora, la única española, aunque ella no lo diría, de todo el número 27 bis.

Belén, Ana Belén Egues, se apostó calle abajo de Corazón de María. No podía ver con claridad el mortífero Renault 19, pero sí cómo se acercaba el Ford verde en el que, aunque ella ni lo sabía ni le importaba, viajaba Juan Junquera, responsable de Política Científica del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Aitor, Aitor García Aliaga, estaba presto para la huida junto a un Ford Escort. Belén apretó el botón del mando a distancia y salió pitando, dejando fuego, humo y sangre tras sus talones, a los que, sin ella saberlo, se había adosado como un experto sabueso un ciudadano desconocido.

Aitor y Belén se juntaron en el coche de huida, con la radio puesta, escuchando cómo España se sacudía con otro coche bomba, otro más. Manex Zubiaga Bravo y Lexuri Gallastegi Sodupe les esperaban en sendos pisos en el barrio de la Concepción, con la oreja pegada a escáneres en los que tronaba la alarma policial, el desconcierto que sigue a la bomba. Ahí debieron escuchar cómo seis jóvenes policías detenían a sus compañeros de comando. Juan Luis Rubenach ponía pies en polvorosa en un taxi con destino a Tordesillas (Valladolid). Se busca a los tres.

Belén se llevó un sopapo con la mano abierta, según denunció luego ante el juez. Aitor comenzó a cantar. Los dos hicieron memoria. Belén, más entera, despejó a la policía las dudas sobre el comando Madrid que tan escurridizo había sido durante los dos años que han mediado desde el final de la tregua. La historia del comando es ésta. Belén llegó a Madrid desde Francia a mediados de 1999, en plena tregua, con la orden directa de Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, de preparar el fin del alto el fuego. Montó una infraestructura de pisos pero, debido a su obsesión por la seguridad, la desmontó y obligó a sus compañeros a vivir en pisos compartidos, alquilando habitaciones. Más barato y, como se ha demostrado, más seguro. Y para más blindaje, prácticamente cada semana cambiaban de cara, con un disfraz adecuado a los documentos falsificados. Con esas caras paseaban por la calle. La original la reponían antes de volver a casa.

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Diez etarras fueron pasando por el grupo hasta llegar a su actual configuración. Pero las reuniones y los preparativos los hacían en Salamanca, a dos horas en coche de la capital. Ya podía buscarlos la policía en Madrid. Belén recabó datos del corazón financiero madrileño, con vistas a perpetrar un gran atentado para celebrar a su estilo el fin de la tregua. La Torre Picasso era el objetivo. Sólo tenían que recoger dos furgonetas cargadas con 1.700 kilos de explosivo en el aeropuerto de Barajas y reventarlas el 22 de diciembre de 1999.

'¿Dónde está el garaje para los coches bomba?', preguntó la policía. No hay garaje: cambiaban las matrículas y colocaban las bombas en las carreteras de Salamanca, simulando que un coche estaba averiado y que un conductor benemérito les ayudaba. De esa ciudad trajeron la bicicleta en la que pusieron la bomba que mató al general Justo Oreja. Ella era la joven ciclista que fue vista escapando de la calle de López de Hoyos ese 28 de junio.

Con cinco muertos a sus espaldas, la dirección de ETA no estaba satisfecha. Por ello envió el pasado mes de abril a Aitor con cuatro millones de pesetas e instrucciones de la dirección: ETA necesitaba más muertos en Madrid y pedía a los suyos que diesen 'más duro'. Los del comando revisaron sus notas: matrículas de coches oficiales o con chófer, itinerarios y nombres. Tenían todavía 20 kilos de dinamita y objetivos para trabajar.

Los dos están desde ayer en el paro. El juez Carlos Dívar los envió a prisión de forma incondicional, acusados de 10 asesinatos, ella, y de cuatro, él. Ninguno de los dos volverá a sus refugios. Belén no volverá a sentarse en las sillas de plástico de su terraza para apurar otro Chester, el tabaco preferido del grupo. Aitor ni siquiera tuvo tiempo de recoger la foto pegada a la pared de su desordenadísima habitación. '¿Y esa mujer de la foto pinchada en la pared?', le preguntó la policía durante el registro. 'Es mi novia', replicó. 'Pues ya no lo va a ser'. 'Pues espero que sí'. Quizás le lleve Chester al talego.

Carnés falsos del grupo, uno de Belén como guardia civil.
Carnés falsos del grupo, uno de Belén como guardia civil.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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