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Entre la felicidad y las apariencias

La lluvia y el frío alteraron el viernes los planes de rodaje de Dominique Abel. En lugar de los dos cuadros flamencos previstos, la directora filmó una de las conversaciones entre artistas que incluirá en la película. La del viernes fue especial. En el pequeño piso de Ramón el de Quilate y al calor de la merienda preparada por su mujer, Esperanza, se reunieron 19 mujeres gitanas, de entre 7 y más de 70 años.

La conversación, guiada por las preguntas de Abel y presidida por las hermanas Tía Jana, Tía Sebo y Tía Peja, abuelas de la familia de Los madrileños, mostró las diferencias entre las distintas generaciones de mujeres gitanas en temas tan delicados como el machismo, los malos tratos, las tradiciones, la relación con los payos, la educación de los hijos o los problemas causados por la droga.

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Las mayores recordaron cómo vivían en chozas a su llegada a Sevilla, hace más de 30 años. 'Aquí hay más comodidades, pero en las chozas vivíamos más tranquilas. No había ladrones ni droga', decía una de las tres hermanas. 'Pues yo ni me imagino sin mi lavadora y mi frigorífico', contestó su nieta.

'Si no fuera por la maldita droga, que tanto sufrimos las madres...', suspiraba Paloma, 'hemos perdido muchos valores. La juventud ya no tiene respeto'.

Ciertas costumbres sí se mantienen muy vivas entre ellas, incluso entre las más jóvenes, como el requisito de llegar virgen al matrimonio que se demuestra sacando el pañuelo manchado de sangre. Sin embargo, los prejuicios tradicionales contra la chica que tiene más de un novio antes de casarse o la mujer que pretende separarse del marido fueron atacados por las nuevas generaciones, representadas con firmeza dialéctica por Esperanza, la anfitriona de la reunión.

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De un plumazo, con unas pocas palabras, la mujer de Pedro reflejó, con la aprobación de todas las demás, el cambio de mentalidad de la mujer gitana: 'Yo no quiero que mis hijas se casen con 15 años ni que tengan que aguantar a un marido que no las trate bien. Quiero que estudien y trabajen. No pueden preocuparme más las apariencias que su felicidad'.

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