El vino como señal de prestigio
La bodega Roda se ha asentado en Haro como una referencia de calidad y prestigio en el mundo del 'rioja'
La Rioja es un lugar de peregrinación de los aficionados al buen vino, de quienes gustan de disfrutar de un paisaje único acompañado de una buena gastronomía. Pero también es el objetivo de inversores ajenos en principio a la vitivinicultura, en busca de un lugar en un mundo que otorga prestigio a cualquier emprendedor que se precie. En este apartado se puede incluir la exquisita bodega Roda, impulsada por la familia Rotllant-Daurella, que aterrizó en esta denominación de origen después de rastrear las más prestigiosas, desde la Toscana italiana a Ribera del Duero.
Lo cierto es que los Rotllant-Daurella no repararon (ni reparan) en gastos para sacar adelante Roda, la firma vinculada a la flor de cardo, un guiño personal del matrimonio fundador de la bodega. Plantaron su sede principal en el emblemático barrio de la Estación de Haro, junto a firmas como Tondonia, Muga o Rioja Alta; las viñas las plantaron en las más atractivas de las tierras de Villaba, alrededor de una centenaria cabaña circular de piedra, donde se refugiaban pastores y agricultores en caso de lluvia.
Tras este comienzo, a principios de los años noventa, sólo quedaba poner en marcha el trabajo de la bodega, tarea que se asignó a un equipo joven, cualificado y conocedor de la tierra en la que se implantaba Roda. En este sentido, la delegación por parte de los propietarios es absoluta, como puede observar el visitante que acude a conocer las viñas y las instalaciones.
Bajo la dirección de Agustín Santolaya, un equipo de unas 20 personas se encarga de sacar adelante las tres marcas de la casa, Roda I, Roda II y el exquisito Cirsión. Hay trabajo de campo y, como cualidad característica, de laboratorio. En ambos se percibe una reivindicación de unos estudios que, no sin razón, están vinculados más con la eficacia que con la calidad, lo que no es el caso.
En cuanto a la labor con las viñas, hay que reseñar cómo en las 40 hectáreas propiedad de la bodega se aplica el tratamiento más actual (fertilizantes naturales, respeto al ecosistema, distintas podas y aclareos de la uva). Con una peculiaridad: se ha buscado un 50% más de densidad en la plantación, con el fin de lograr plantas menos vigorosas, que ofrezcan menos producción por cepa pero de mayor calidad.
Por ahora, estas plantaciones no participan en los vinos Roda. No han llegado a la madurez necesaria. Así que se compra la uva a agricultores de la zona, después de mantener negociaciones estrictas en cuanto a la calidad, que se premia generosamente. A la hora de recoger la uva, también hay exigencias que buscan la maduración más que completa del fruto en la planta, con el fin de que la uva ofrezca vino en lugar de mosto, estado ideal para la elaboración del mejor caldo de la casa, el Cirsión.
Y no hay que olvidar el trabajo en la bodeg. Una vez más, en la vanguardia del trabajo vinícola, se utilizan tinas de madera para la fermentación, desde donde se remite el vino a las barricas de roble francés sin ningún tipo de filtrado o clarificación, lo que lleva a su recambio cada dos años. No se repara en gastos en todo el proceso, controlado con minuciosidad por el equipo de enólogos. El resultado final, unos caldos con personalidad para paladares exigentes y billeteros abultados.
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