Una tarde en si bemol

La Sinfónica de Madrid, decana de las orquestas de la capital, puso a su frente, una vez más, a una de las más brillantes batutas juveniles, la de Pedro Halffter Caro, para un programa atractivo y difícil: la Sinfonía concertante en si bemol, de Haydn y la Sinfonía número 5, también en si bemol, de Serguéi Prokófiev. Entre una y otra, más de siglo y medio de distancia, pero ambas, sin el menor afán de comparación que sería absurdo, situadas en la historia y el repertorio y acogidas con el aplauso y la consideración de la crítica y el gran público. Una y otra fueron compuestas por sus autores ya rebasada la cincuentena, lo que quiere decir que se trata de dos creaciones maduras y reafirmativas de la inventiva del ruso y del austriaco.

La Sinfonía Concertante, una forma mixta de sinfonía y concierto con solistas, quizá alcanza su cumbre con esta obra de Haydn y en dos de Mozart: las sinfonías concertantes en mi bemol para oboe, clarinete, trompa y fagot (1778) y la protagonizada por violín y viola (1779), anteriores a la de Haydn (1792) con violín, violoncello, oboe y fagot. Una obra no sólo hermosa sino, además, perfecta y sabia en todos los aspectos, incluido el virtuosista. Actuaron muy bravamente y mostraron sus altas calidades el sanpetersburgués Rafael Khismatulin, el canario Rafael Ramos, la valenciana Carmen Guillem y el hispano-suizo Francisco Alonso Serena. La obra precisa en realidad de una tónica virtuosista acusada en el conjunto y el de los sinfónicos la alcanzó ágilmente siempre atento al impulso y la firmeza de Halffter.

Las ya lejanas críticas

Quedan muy lejos ya las razones, más políticas que musicales, que provocaron reacciones críticas muy duras y hasta despectivas de plumas como la de Aloys Mosser cuando esta partitura se estrenó a mediados de los años cuarenta, fruto de consideraciones extramusicales y frente al aplauso masivo de los públicos europeos y americanos y de maestros de la talla de Koussevitzky, Markevitch, Kletzki, Celibidache y tantos otros. El autor de Alexander Nevski o el Tercer concierto pianístico, traza con soberbio pulso y predominante luminosidad en su Quinta sinfonía (1944) una suerte de resumen de su diferenciada y consistente personalidad y si en la tercera sinfonía trabaja sobre temas de la ópera El ángel de fuego, algunos de ellos se reflejan todavía en la sinfonía en si bemol. Pedro Halffter tiene asimilados todos los aspectos de la obra así como sabe construirla o cantarla, equilibrar sonoridades y timbres de rica coloración dentro de una andadura bien pulsada hasta obtener resultados de una brillantez sin trampa ni demagogia: puramente musical. El éxito fue rotundo para todos.