Entran la poesía escénica y el desgarro porteño
La Zaranda llega con sus imágenes oníricas al recuperado teatro Pavón, y el Albéniz acoge tango contemporáneo
La Zaranda es uno de los pocos grupos de teatro de culto que quedan en España. Quizá en Europa.Lo son a la manera de los divinos malditos que crean seguidores incondicionales marcados por un fanatismo racional e incluso intelectualoide. A la manera anarquizante de Artaud o atrabiliaria de Valle-Inclán, desprenden el mismo aroma que Max Estrella destila entre las páginas en las que vive.
Los componentes de La Zaranda, Teatro Inestable de Andalucía la Baja, siempre inspiran fuera de escena una mezcla de ternura salpicada de socarronería y descarado cachondeo. Cuando están sobre las tablas, lo que provocan es muy distinto. Normalmente dejan sobrecogidos a los espectadores. No es fácil crear poesía escénica. Y ellos lo hacen. No es fácil transmitir imágenes oníricas y sueños tridimensionales. También lo consiguen.
Desde ayer y hasta el día 10 ofrecen en el recuperado teatro Pavón su último espectáculo, La puerta estrecha, de Eusebio Calonge, autor de cabecera del grupo que con este montaje ha triunfado en varios países y ciudades españolas, pero con el que no había pasado por la capital. Después también visitarán Majadahonda (24 de noviembre) y San Fernando de Henares (25 de noviembre). Y París, y...
Su director, que siempre firma como Paco de la Zaranda, que es como se le conoce, anda estos días mosqueado porque le preguntan de qué va el espectáculo: 'El teatro no se puede explicar, el que pueda ser explicado no me interesa, sólo sé que hacemos un teatro que nace de la necesidad de expresar lo que somos y lo que sentimos y con el que pretendemos dar un pellizquito en el corazón'. Al final cede y a regañadientes comenta de qué trata La puerta estrecha: 'Habla de la inmortalidad'. Y se queda tan pancho con la respuesta. Aún le quedan arrestos para aclararlo todo: 'Soy de un pueblo que sabe reírse de sus propias tragedias', dice este hombre nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz).
Paco de la Zaranda piensa que el ser humano vive de espaldas a la muerte, al dolor: 'El arte, el teatro, deben reflejar estas cosas, no podemos actuar como si el dolor y la muerte no existieran, la miseria para nosotros no es literatura, la conocemos y la vivimos de cerca, fuera y dentro de España', afirma, e incide en su mundo de desgarro interior y aconfesional: 'Es mejor decir me odio que negarse a uno mismo'.
La Zaranda, que ha obtenido numerosos premios internacionales, además de el de la Crítica de Madrid por su espectáculo Obra póstuma, se plantea como objetivo preservar en sus montajes lo esencial y desechar lo inservible.
El grupo ha cumplido sus 20 años de existencia, durante los cuales no han perdido de vista sus constantes teatrales: 'El compromiso existencial y la fidelidad a las raíces tradicionales y, como recursos dramáticos, el uso simbólico de los objetos, el expresionismo visual, la depuración de textos y la creación de personajes y situaciones límite', dicen autor y director a la par. 'Toda persona tiene una puerta estrecha en su conciencia, así que cada espectador verá una propuesta distinta', augura el director, quien antes vivía para hacer teatro y ahora hace teatro para vivir: 'No separo las cosas, a veces me hago un lío, no sé si estoy viviendo o haciendo teatro'.
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