Patas de perro
Quienes cortaron patas de perros vivos en una residencia canina catalana gozarían mucho más si pudieran aplicar su sierra mecánica a las piernas de los talibancitos. Quedaría todo más limpio que con las bombas de fragmentación que muestra la foto de la niña de cara maculada de metralla. Es bella y triste. No pasará por ningún quirófano de estética, claro. Ni le serviría. Si llega a la primera regla, le colocarán encima un burka; si las cosas mejoran, un velo sobre la nariz y una capucha en la cabeza, y sólo se verán sus grandes ojos. A los perros acogidos en Tarragona los ataban, uno a uno, a un árbol, los cubrían con una manta y les serraban las patas: morían desangrados, aunque a algunos ha tenido que quitarles la vida el veterinario. Tardaron un par de horas. Para los afganos es un procedimiento demasiado lento. Quiero decir que no encuentro diferencia entre los cortadores de patas y los lanzadores de proyectiles o los ametralladores desde helicópteros.
Supongo que los afganos cortan manos con hacha: no tienen sierra mecánica porque su civilización está atrasada. Y quienes los bloquean no dejan entrar medicinas y alimentos para evitar esa brutalidad. Los niños se evitan vivir unos años más, dolorosos y sin salidas. Uno de los primeros pensadores que se llamaron 'polemólogos' decía ya que la muerte de mayores en la guerra era 'un infanticidio diferido'. No estoy comparando a los perros con los humanos: hay humanistas, pero no hay perristas. Y en cualquier ciudad se los mata todos los días, con algún que otro eufemismo -'sacrificio'- en las perreras municipales, y gentes bondadosas y corrientes de cada barrio ponen veneno por los parques. Algunos meten clavos y pinchos en la bola de carne, para que el dolor sea mayor.
En mi barrio, de gente distinguida, ponen pegamento en los picos de las palomas, para que mueran de inanición; o les cortan las patitas con tijeras de podar. No estoy comparando el valor de la vida de una persona con la de un animal. Estoy comparando la identidad de quienes cortan las patas de un perro con quienes matan personas. O los que idean durante más de un año la forma de estrellar dos aviones con pasajeros dentro contra edificios repletos. O los que estudian largas y difíciles carreras para obtener los mejores resultados con humanos.
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