Aznar diseña su futuro sin desvelar el sucesor
Asumirá antes de enero la presidencia de dos plataformas políticas para cuando deje La Moncloa
José María Aznar diseña estos días el partido que quiere heredar a partir de 2004, cuando retorne a su despacho en la sede central del PP en la calle Génova de Madrid. Si cumple su palabra y le salen todos sus planes, como casi todo el mundo en el PP da por hecho, Aznar abandonará el Palacio de la Moncloa tras las próximas elecciones generales habiendo dejado colocado en la presidencia del Gobierno a su sucesor, cuyo nombre sólo él ya conoce. Para que su impronta perdure, el actual presidente también dejará escritas las líneas ideológicas a seguir, que no serán otras que las que surjan de las ponencias y comunicaciones del XIV Congreso Nacional del PP, convocado para finales del próximo mes de enero.
El presidente pretende que su salida del Gobierno no merme su liderazgo político
Aznar pretende que su salida del Gobierno no merme su liderazgo político, y con ese fin desarrolla ahora una intensa actividad. Dentro de 20 días, el dirigente español será proclamado en México presidente de la Internacional de Centro Reformista, una plataforma surgida sobre las cenizas de la histórica Internacional Demócrata Cristiana y especialmente reprogramada para su lucimiento. También este mismo mes, el PP presentará por fin la fusión de sus cinco fundaciones ideológicas, anunciada por Aznar en el anterior congreso del partido y que quiere impulsar ahora como banco de ideas para el futuro. Aznar se reserva para sí la presidencia de la macrofundación y colocará como coordinador general a una persona de su máxima confianza.
Y, como colofón a los preparativos, el presidente será reelegido, en enero y por aclamación, presidente del PP, con unos estatutos, una estructura y una organización dibujados según su deseo para allanarle el camino de regreso al partido y para hacer compatible, al menos teóricamente, su pervivencia en el cargo con la de su sucesor en La Moncloa. De hecho, y al menos durante el primer año del nuevo presidente, Aznar quiere supervisar su labor desde su despacho en la séptima planta de la sede del PP.
Un reducido equipo de colaboradores, coordinado por Carlos Aragonés, su jefe de gabinete desde los tiempos en que presidía la Junta de Castilla y León, dibuja estos días el futuro del presidente del PP. El propio Aznar controla con pelos y señales cada paso, cada nombre y sobre todo, cada momento; los tiempos adecuados para ejecutar cada acción. Nada quedará sujeto a la improvisación. Es su manera de ser.
Su asistente personal durante el primer mandato, Alejandro Agag, ahora secretario general del PP europeo, acaba de viajar a México para supervisar ese congreso de la extinta IDC en el que Aznar quiere recibir un gran espaldarazo internacional. Agag, novio de la única hija de Aznar, forma parte de la guardia pretoriana que dirige Carlos Aragonés. Durante la cita de México, a la que acudirán presidentes conservadores de varios países para afianzar su liderazgo, Aznar pretende remachar su estrategia contra el terrorismo y el nacionalismo vasco con grandes declaraciones públicas. También aprovechará para rodearse de dirigentes que pueden serle útiles en algún momento a sus intereses. Aznar intenta que, durante esa reunión, el líder de Unió, Josep Antoni Durán Lleida, formación que abandonó la IDC en la última cita de Chile en protesta por la exclusión del PNV, acepte de nuevo una vicepresidencia, con la vista puesta incluso en una próxima colaboración política en los Gobiernos catalán y español.
Aragonés es, precisamente, el responsable en la sombra del proyecto en marcha de macrofundación ideológica, que sigue sin nombre ni dirigente decidido, y es también el muñidor, junto al secretario general del PP, Javier Arenas, de toda la trastienda del XIV Congreso Nacional del partido convocado para los días 25, 26 y 27 de enero.
Aznar no quiere que ese cónclave se convierta en un nido de especulaciones sobre su sucesión, el gran asunto tabú en el PP hasta, por lo menos, el verano de 2003. Por esa razón pretende que el congreso se vuelque en asuntos relacionados con las ideas, las comunicaciones y las ponencias, y con pocas discusiones sobre nombres propios. Esa es la orden. Motivo más que suficiente para aventurar que no se producirán grandes revoluciones en el organigrama interno del PP, encabezado por Aznar, con Arenas como número dos y escoltado por los tres vicesecretarios generales: Mariano Rajoy, Jaime Mayor Oreja y Rodrigo Rato. Todo apunta a que habrá continuidad.
Los cambios se registrarán en segundos niveles, entre los cuatro coordinadores nacionales y, sobre todo, entre los 11 secretarios ejecutivos de área, en donde muchos llevan en el mismo puesto desde la refundación del PP, allá por el año 1990 en Sevilla. De hecho, en estos días, dos secretarios de aquella época, José María Robles Fraga y Guillermo Gortázar, han dejado sus ocupaciones al frente del área internacional y de formación, respectivamente, para ocupar otros destinos profesionales fuera de la política. Habrá más renovaciones.
Esos 'retoques', como los ha denominado Arenas, servirán para trasvasar a uno de esos coordinadores al puesto dejado vacante ahora por Manuel Núñez en la dirección del Grupo Parlamentario en el Congreso. El actual portavoz, Luis de Grandes, rescatará así en los próximos días como su lugarteniente en la cámara a Rafael Hernando, actualmente coordinador de Comunicación, un cargo que no se suprimirá pero sí se revisará. Los otros coordinadores nacionales, Pío García Escudero, Mercedes de la Merced y Ana Mato, tienen pocas posibilidades de seguir por diferentes razones.
Mato procede del equipo que acompañó a Aznar en la Junta de Castilla y León, donde era la segunda de Aragonés en su gabinete, y ahora ha sido recuperada desde el área social del partido para tareas más políticas al concedérsele la ponencia de Estatutos junto al ministro de Justicia, Ángel Acebes, que ya la dirigió en 1999. Mato y Acebes comparten el tipo de trayectoria y de talante que irá en ascenso en el futuro que diseña Aznar: apenas 42 años de edad, pero con experiencia probada en varios cargos; gente discreta, leal y fiel, con buena imagen y sin discurso propio diferenciado.
De Acebes se especula -como ocurre en otra medida y contexto con Jaime Mayor- con su condición de tapado o comodín, útil para cualquier cometido. Por eso ambos están en las quinielas como candidatos teóricos para relevar ahora a Arenas en la secretaría general del PP. Pero si Aznar no quiso dejar a Acebes en ese cometido hace tres años porque no lo consideraba idóneo para medirse diariamente con el PSOE como escudero del Gobierno y soportar a la vez los problemas internos normales en cualquier organización, no parece lógico que lo vaya a hacer ahora. Aunque sí ha dejado en sus manos el poder para rediseñar la nueva estructura del PP que él retomará en marzo de 2004 cuando, según sus planes, deje La Moncloa. Si esas premisas se cumplen, si Aznar no repite un tercer mandato y si el PP vence de nuevo con otro candidato, el actual presidente de los populares está condenado a convivir al menos un año en una situación de bicefalia. Aznar seguirá en el PP como presidente, con un secretario general y unos cargos que son los que se elegirán este mes de enero, y con otro jefe de Gobierno en La Moncloa. En el PP auguran que Aznar será 'muy generoso' y facilitará rápidamente la transición.
Algo similar a lo que sucede con Acebes le ocurre a Mayor Oreja, al que Aznar destinó para derrocar políticamente al lehendakari Juan José Ibarretxe en las elecciones autonómicas de mayo pasado y al que muchos en la dirección del PP querrían recuperar cuanto antes para la política nacional tras su nuevo fracaso con las urnas. Ese rescate no sucederá por el momento. Ni Mayor ni el PP vasco ni tampoco Aznar quieren abrir esa vía de agua innecesariamente. El regreso a Madrid de Mayor se producirá a medio plazo.
Por tanto, el único y auténtico núcleo duro del PP -el presidente, el secretario general y los tres vicesecretarios- no será alterado en el congreso de enero. Esa baraja será determinante para resolver el enigma de la sucesión. Y, a día de hoy, entre esos nombres está el candidato.
Aznar, Arenas y Aragonés están preparando así un congreso lleno de discursos y huérfano de pistas sobre la sucesión. Y han optado por desdibujar al máximo la proyección de ninguna figura. Prácticamente todos los dirigentes relevantes del PP, actuales y de futuro, tendrán sus 10 minutos de gloria para dirigirse a los 3.000 compromisarios. Incluido el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, por cuyo papel se interesó Aznar expresamente y que dará la bienvenida a los delegados.
Aznar les ha pedido a Rato, Rajoy y Mayor que en sus comunicaciones generales no se limiten a hacer un repaso de lo logrado en estos seis años en el poder. Quiere que pongan su mirada en la próxima década. Aznar presume que la etapa de gobierno del PP no se detendrá con su salida. Por eso se ha empeñado ahora en combinar en las ponencias a ministros de peso y experimentados en el Gobierno o en puestos relevantes del aparato del partido con nuevas de figuras a proyectar en un primer momento en clave territorial.
Tres bazas contra el nacionalismo
Josep Piqué, María San Gil y José Manuel Soria. Estos tres nombres han sido elegidos cuidadosa y personalmente por José María Aznar para que brillen con luz propia en el próximo congreso del PP. El presidente del Gobierno no sólo profesa hacia ellos una gran simpatía personal, sino que también los hace depositarios de un fuerte simbolismo político.
Los tres representan a un PP que quiere ser emergente en comunidades -Cataluña, Euskadi y Canarias- gobernadas actualmente por partidos nacionalistas.
Independientemente de que Piqué, San Gil o Soria lleguen finalmente a prestar sus rostros o no para los carteles de las próximas campañas, la elección de estos tres ponentes viene a marcar también lo que va a ser el trabajo del secretario general que surja del próximo congreso, y que según todas las quinielas volverá a ser Javier Arenas.
Arenas, quien demandó a Aznar más libertad para componer su equipo al frente de la secretaría general, dispondrá de un tiempo precioso, más de año y medio, para preparar la próxima cita electoral, que será en mayo de 2003 con la celebración de municipales y autonómicas. Con Piqué -del que en el PP se dice que 'cualquier cosa la hace bien'-, con San Gil -de quien se valora su valentía y simpatía personal-, y con Soria -candidato seguro en Canarias-, Aznar quiere dar un mensaje: se puede vencer al nacionalismo con caras nuevas y sin complejos. La designación como ponentes de Pilar del Castillo, Ana Mato y Elvira Rodríguez también es una apuesta del presidente, propenso a situar mujeres en primera línea para contrarrestar su rechazo a las cuotas.
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