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Crítica:ROCK | MÁRTIRES DEL COMPÁS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Indestructibles!

Diego A. Manrique

Disfrutar de Mártires del Compás requiere entrar en un universo peculiar, donde conviven los chispazos que algunos llamarían 'porreros' con certeros análisis del desastre ecológico de Aznalcóllar, las frustraciones sexuales de Internet, la alucinación colectiva del Rocío, la tragedia de las pateras en el Estrecho, el disparate de circular sobre ruedas por el centro de una ciudad histórica y, sí, las incertidumbres del momento presente.

Cuentan los Mártires que los sucesos del 11 de septiembre les pillaron en Los Ángeles, alojados en el mismo hotel en el que, hace 31 años, Janis Joplin dio el último suspiro. Demasiadas coincidencias para un grupo sevillano que acababa de concluir su primera gira estadounidense y que estaba corto de dinero, tras agotar la subvención de la SGAE. Una semana más tarde, con préstamos del consulado español, lograron regresar tras recorrer de nuevo todo el país. Aquí están de nuevo, fortalecidos por la experiencia, con un cartel que grita 'No a la guerra' al fondo del escenario y estrenando una canción provisionalmente titulada Los escombros.

Mártires del Compás

Rocío Vázquez (coros, bailes), Alberto Álvarez (cajón), Jesús Díaz (bajo), Julio Revilla (guitarra acústica), Manuel Soto (guitarra flamenca), Chico Ocaña (voz). Galileo Galilei, Madrid, 1 de noviembre. 2.000-2.500 pesetas.

Lo de Mártires sigue deslumbrando. Por su óptica disidente, su inventiva lingüistica, su capacidad de comunicación, su precisión sonora. Con una instrumentación básica, esculpen potentes palos flamencos e irresistibles ritmos foráneos, ese potaje único que denominaron flamencobilly. Un combinado donde hay margen para que salga una niña a bailar y aquello no apeste a ternurismo. Un espectáculo donde ni siquiera la sensualidad de Rocío Vázquez llega a eclipsar al Rasputín del sexteto. Chico Ocaña, a pesar de quejarse del estado de su garganta, mantiene un magnético control sobre el personal con sus salidas, sus improvisaciones, sus bailes.

Un carisma intransferible, un repertorio inoxidable que explican que, a lo largo de tres días, llenen una sala a reventar en un Madrid semivacio por el puente. Grupo de difícil encaje en un mercado donde se potencia la reiteración musical y la tibieza ideológica, los Mártires andan ya por su tercera compañía discográfica y muestran una inquebrantable vocación de supervivencia. Disfruten de sus directos cuando se pongan a tiro o rueguen por un disco que reúna la crema de su prodigioso cancionero... y lo que se pueda grabar de esos éxitos ajenos que tritura su batidora callejera y subversiva.

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