La huella de los grandes
Aunque la mirada de René Jacobs sea, en tanto que historicista, necesariamente diferente a la de Kleiber, Walter o Giulini -por citar unos pocos-, no por ello dejará de medirse, en un puntal tan básico del repertorio como Las Bodas de Fígaro, con todas esas versiones y, lo que es peor, con las voces que las acompañaron: Schwarzkopf, Taddei y Siepi, entre otros. Por otra parte, el historicismo tiene ya, en esta obra, ciertos precedentes: Harnoncourt es un ejemplo.
Con todo, el principio fue de lo más esperanzador: la obertura nos metió en materia desde el primer compás, brilló con transparencia, tensión y ajuste, evidenciando que puede hacerse Mozart con una treintena de músicos... si son muy buenos.
Ciclo Mozart
Las Bodas de Fígaro (versión de concierto). Solistas: Gens, Ciofi, Bonitatibus, Spagnoli, Regazzo, Abete, Pondjiclis, Hoare, Goubioud, di Censo, Svab. Concerto Köln. Rias Kammerchor Berlin. Director: René Jacobs. Palau de la Música. Valencia, 1 de noviembre.
El problema vino luego, a pesar de la ligereza, el ajuste y la tensión (condiciones, todas ellas, indispensables en el salzburgués), por la ausencia de una progresión dramática bien definida, por una gama dinámica decantada en exceso hacia el mezzo-forte (se supone que para delimitar fronteras con la del XIX), y -más que nada- por la actuación de un elenco vocal alejado de la huella profunda que grandes intérpretes han dejado en esta ópera.
La Condesa de Véronique Gens, encantadora por el color de su voz, fue un personaje de una sola pieza, cuando en realidad debe ser tan contradictoria como en ocasiones se la ha dibujado: triste y lánguida ante las infidelidades de su marido, atraída por la juventud de Cherubino, señorial pero con leves vestigios de la antigua Rosina, enredanta si la impulsan un poquito (la idea del insinuante mensaje plasmado en Che soave zeffiretto le corresponde a ella), etcétera.
Lección del coro
Lorenzo Regazzo, en su Fígaro, fue buen actor, pero modesto cantante, sobre todo en las agilidades. El Conde (Pietro Spagnoli) cumplió con desenvoltura, al igual que Susanna (Patricia Ciofi). Ambos utilizaron con inteligencia unos recursos que no parecían excesivos. También cumplió Cherubino, aunque el resultado estaba a años luz de lo que el paje puede dar de sí.
Los números de conjunto fueron elaborados con toda la delicadeza que se merecen, y revelaron el excelente oficio de René Jacobs quien, por otra parte, alteró la tradicional ubicación de E Susanna non vien!
El coro dio toda una lección de lectura mozartiana e interpretación fidedigna. En general, Jacobs imprimió frescura y gracia a raudales, pero le faltó subrayar un punto el calado dramático que ésta, como otras muchas buenas comedias, tiene.
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