Buen provecho
A veces los políticos envanecen hasta tal punto que se creen capaces de someter a las leyes de la Naturaleza. Será por eso, o porque todos tenemos un día tonto, por lo que el pasado fin de semana José Luis Rodríguez Zapatero barruntó el nacimiento de miles de nuevos Picasso y García Lorca durante los próximos 20 años, esa etapa que se anuncia prodigiosa, según he visto en un tebeo que reparten por ahí. (Perdonen que cite una fuente de tan escasa autoridad, pero no he tenido acceso a ninguna de mayor nivel).
Es tanto el furor que los políticos tienen por inaugurar que se atreven incluso a sembrar hitos históricos, tarea ésta que siempre se ha encomendado al tiempo y a los historiadores. Es como si un padre se plantara frente a su hijo, y en cuanto observara que comenzaban a salirle pelillos en el sobaco proclamara solemne: 'Queda inaugurada esta pubertad'.
Algo de eso tiene la tan cacareada modernización andaluza, cuyas oleadas son numeradas como si fueran sevillanas. El asunto tiene cierto tufillo a rancio, como a plan quinquenal. Un padre ante la pubertad de su hijo sólo puede hacer tres cosas: alimentarlo bien, aconsejarle ciertos usos higiénicos y dejarle en paz. La actitud del poder frente a la modernización no tiene por qué ser muy diferente.
¿Se imagina alguien a un estado moderno -pongamos que hablo de Luxemburgo- proclamando una nueva ola modernizadora? Pues no. Pero también es verdad que tampoco se imagina uno que Luxemburgo deje las nuevas tecnologías en manos de un entrenador de fútbol de tercera.
Ahora, desde el poder, se nos encarga reflexionar sobre las ciudades de 2003 y sobre el Estatuto andaluz para esos próximos 20 años que el tebeo nos promete radiantes. En esto también abunda el voluntarismo. La gente reflexiona tanto si se le pide como si no. Hace tiempo que leo con mucho interés lo que, de vez en cuando, escribe en estas páginas el profesor Ruiz Robledo, que viene dedicándose con mucha lucidez a pensar, entre otras cosas, sobre la capitalidad andaluza o sobre el papel de las comarcas y las diputaciones. Imagino que Ruiz Robledo no reflexiona por encargo. Se reflexiona como se respira: es un hábito que se adquiere desde pequeñito. Por eso no creo en los foros. En una sociedad sensata el debate ha de ser continuo. (Es cierto que eso provoca algún problema: no hay manera de inaugurar algo que es continuo).
Lo que se llama sociedad civil tiene sus cauces de expresión: los medios de comunicación, los ámbitos académicos... Además, el poder tiene órganos que puede poner al servicio de la reflexión: ¿qué sentido tiene poner a reflexionar a los intelectuales mientras el Parlamento y la radiotelevisión pública se dedican a competir a ver quién hace el chiste más zafio? Que echen una mano, que para eso se les paga.
A la sociedad, como al adolescente del ejemplo, hay sólo que dejarla en paz. Sin corromperla, ni amenazarla, ni coaccionarla, ni presionarla. Sin descalificar ni calumniar a los críticos.
Pues eso, que haya paz. Sólo así podremos dedicarnos a procrear tranquilos hasta completar el abrumante encargo engendrador que nos ha hecho el camarada Zapatero. Buen provecho.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.