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Máximo riesgo durante los descansos

Un estudio llevado a cabo entre los técnicos de la ACB constata que es en las medias partes cuando sufren mayor agobio

Presenciando un partido de baloncesto, ¿en qué momento acusa más la tensión el aficionado: al final del encuentro, cuando su equipo está a punto de remontar o cuando el rival pone la directa? Todos son momentos perfectamente posibles y cada espectador lo sufrirá de un modo particular. Pero difícilmente coincidirá con el instante de máxima tensión para los entrenadores: el descanso. Mientras los aficionados aprovechan para relajarse, el corazón del técnico bate a mil por hora. Ésta es una de las conclusiones extraídas de un estudio realizado en 1991 por el doctor Toni Tramullas, actualmente responsable de los servicios médicos del equipo de baloncesto del Barcelona.

Decidido a conocer el comportamiento cardiaco de un entrenador profesional de baloncesto a lo largo de un partido y el momento de mayor estrés psicológico, el doctor Tramullas, ex jugador del IFA Espanyol, contactó con 21 técnicos de la Liga ACB de una media de edad de 40 años para realizar su estudio. A la cita, que siempre coincidía con partidos en las canchas del Barça o del Joventut, acudieron, entre otros, Lolo Sainz, Manolo Flores, George Karl y Manel Comas. Todos pasaron por idéntico proceso: desde media hora antes del partido y hasta media hora después de concluido, los técnicos eran conectados a un aparato (ECG Holter) que medía su frecuencia cardiaca mientras una cámara registraba en qué instante se había producido cada movimiento.

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Los datos fueron reveladores: los técnicos, que gozaban de un estado de salud normal, sufrían a lo largo del encuentro, sin ser conscientes de ello, taquicardias, diferentes tipos de arritmias y otros problemas cardiacos, en ningún caso de gravedad. Si en estado normal una persona tiene entre 70 y 90 pulsaciones por minuto, dependiendo de sus características físicas, el 71% de los entrenadores estudiados superaron las 120 -nivel en el que se establece la taquicardia- en algún momento del partido. Casi un 10% desarrollaron una arritmia ventricular y un 24% una arritmia supraventricular. También se detectaron casos de taquicardia ventricular, anormalidades de repolarización y segmento ST deprimido. En ningún caso, en exploraciones complementarias, se revelaron anormalidades graves. El doctor Tramullas constató, además, que un buen número de estos episodios coincidían con el momento del descanso del encuentro. En el estudio, nada se apunta sobre los motivos de esta coincidencia. No obstante, el dato invita a pensar en posibles causas: ha transcurrido ya medio encuentro; queda menos tiempo de reacción si el equipo va perdiendo; es el momento de releer el partido, de dar nuevas instrucciones y de tomar decisiones; el corazón lo nota y sus latidos se disparan.

Resulta difícil establecer los motivos por los cuales un entrenador, en un estado de teórico reposo puesto que no está haciendo ningún ejercicio físico, experimenta un aumento de su frecuencia cardiaca a lo largo de un partido. El doctor Tramullas aporta algunos datos que, a su vez, constituyen factores de riesgo también para otros grupos de población: el sedentarismo y la propensión a fumar y a beber. Pero, en el caso de los técnicos profesionales, hay que añadir la extrema presión a la que están sometidos (en la temporada 1990-91, de los 24 entrenadores de la ACB, sólo la mitad la acabaron). Presión agravada porque están solos ante sus decisiones en los partidos, ante los resultados y cuando los analizan. Estos factores disparan las posibilidades de sufrir estrés psicológico y las anomalías cardiacas descritas. A la vista de los resultados, el doctor Tramullas, en sus conclusiones, juzgaba aconsejable que los entrenadores se sometieran a revisiones cardiovasculares periódicas y practicaran ejercicio físico aeróbico.

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