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Columna
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Principios

Invitado por la Fundación Cañada Blanch, Miguel Herrero de Miñón dio una conferencia en la Universitat de Valencia sobre Modernidad y arcaísmo en la Unión Europea. Se refirió a la escala de valores que se baraja en las instituciones comunitarias, donde las contradicciones y las incoherencias se abren paso, frente a la concepción política cohesionada que proporcionaría consistencia a la unidad europea.

Un observador privilegiado, Jacques Attali, escribió hace años que 'Europa, si bien se mira, no existe. No es un continente, ni una cultura, ni un pueblo, ni tampoco una historia. No está definida por una única frontera, ni por un único destino, ni por un sueño común. Existen en cambio, Europas, que se difuminan cuando se intenta captar sus contornos con demasiada precisión'. Escribir sobre Europa es importante, pero mucho más capital para nosotros es destacar la sutileza del hilo conductor que va desde la Fundación Cañada Blanch, con un personaje intelectual defenestrado en su vertiente política como Miguel Herrero, la Universidad de Valencia y el marco europeo que, queramos o no, nos define y condiciona cada vez más.

Vicente Cañada Blanch, creador y mecenas de la fundación, fue un naranjero de Burriana que se afincó en el Reino Unido y que, a su muerte, legó su herencia para que se constituyera la entidad. Una de las pocas que, siendo fiel a sus principios, se sustenta con sus propios medios. Vocación europea, que compartió con un ex consejero de Agricultura de la Generalitat y ex delegado del Comité de Gestión de Cítricos que estuvo al frente de la oficina de este organismo en Londres. El malogrado José María Coll Comín coincidió con Vicente Cañada y con su sobrino Miguel Dols en Londres. Del mercado de Spitalfields a Cavendish Square, donde se encontraba la Cámara de Comercio y el despacho del Comité, junto a amigos como Nicolás Belmonte, Leopoldo Ortiz y José Martínez Serrano. Todos ellos, copartícipes de una misma escala de valores que conjugó origen, vocación y sentido de continuidad, para un entramado económico que se proyectaba más allá de un simple negocio.

Herrero lo dijo en su conferencia, los españoles de una época consideraban que la unidad europea se correspondía con la idea de democracia. Hoy nos encontramos con una sociedad valenciana que se aleja de sus principios y valores, que en su día dieron consistencia a una expectativa cierta de que no se trabajaba con la meta única de alcanzar beneficios a corto plazo. Se podía viajar por toda Europa, de mercado en mercado -hortofrutícola por supuesto- sin dejar de conectar con intereses valencianos.

Herrero en su conferencia se refirió a la importancia de los valores, de la coherencia y de la consecuencia. Habló de lo importantes que son las formas, aunque no lo parezca, y de cómo puede malograrse un proyecto europeo, si se ignoran o se violentan sus normas legales. La ley no es un capricho al que se puede renunciar ni una quimera que se burla sin consecuencias. Recomponer estos elementos de una realidad singular no es tarea fácil para una fundación que no se detiene en lo valenciano, sino que trasciende sus límites, con tareas tan importantes como la recuperación de la obra literaria del escritor Jorge Luis Borges y otras expectativas que reconfortan y merecen mayor eco.

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