Dos buenas noticias
En momentos como el actual, en el que se suceden las malas noticias económicas, es reconfortante escuchar que algo va a mejor. Esta semana hemos conocido dos buenos datos de dos indicadores importantes, los precios de consumo y la producción industrial. Esta última aumentó el pasado mes de agosto un 2,8% en tasa interanual, rompiendo una racha de seis meses consecutivos con tasas negativas. Ahora bien, el dato hay que analizarlo con cautela antes de sacar conclusiones precipitadas acerca de una recuperación del sector productivo más castigado por la actual fase de debilitamiento económico, el industrial. Los datos de los meses veraniegos, especialmente el de agosto, suelen ser bastante erráticos, aunque se los someta a correcciones de estacionalidad y calendario laboral, pues son los meses en los que la mayoría de las empresas conceden las vacaciones a su personal.
No se prevé una recuperación; la demanda interna y las exportaciones no lo permiten
Este fenómeno no siempre se produce en las mismas fechas, lo que da lugar a un reparto de la producción diferente cada año. Esto explica que las tasas de julio (-2,3%) y agosto (2,8%) se hayan alejado de las previsiones normales, en sentido negativo la primera y positivo la segunda. Para entender mejor ambos datos, lo mejor es hacer la media ponderada de los dos meses, que da una variación interanual de -0,3%. Continúa, por tanto, la debilidad de la actividad industrial, aunque de forma atenuada, como puede verse en el gráfico superior derecho. Por lo demás, no cabe pensar todavía en una recuperación, pues ni la evolución actual o prevista para los próximos meses de la demanda interna ni la de las exportaciones dan pie para pensar en dicha recuperación.
También fue bueno el dato del IPC de septiembre (gráfico izquierdo). La inflación interanual disminuyó tres décimas porcentuales, hasta el 3,4%, con lo que acumula un descenso de ocho décimas en los tres últimos meses. Pero, tampoco aquí hay que engañarse con las tendencias de fondo. Esta reducción se ha basado en los componentes más volátiles del índice, los alimentos sin elaborar y la energía, precisamente los que más la hicieron subir anteriormente. El núcleo de componentes que marcan la evolución de los precios a medio plazo, la llamada inflación subyacente, se mantienen prácticamente estable, en el 3,5%. Eso sí, en el último mes se vislumbran ya cambios de tendencia en algunos componentes importantes de este núcleo central del IPC: los bienes industriales no energéticos empiezan a desacelerarse tímidamente y en mayor medida lo hacen los servicios, especialmente su componente de turismo y hostelería.
Detrás de esto último podemos ver ya la menor presión de la demanda. Teniendo en cuenta que ésta aún se debilitará más en los próximos meses y que la inflación de los alimentos y de la energía seguirá descendiendo, cabe esperar que terminemos el año con una inflación total inferior al 3% y que esta tasa se reduzca más, hasta el 2,5%, el próximo año. Lo mismo puede preverse para el conjunto de la zona del euro, sólo que con tasas inferiores en un punto porcentual a las españolas. El BCE ya no tiene excusas para no bajar más los tipos de interés.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).
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