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La realidad y el deseo

Andalucía no quiere abandonar la estela abierta por la Expo de Sevilla, aquella gigantesca feria que trajo consigo miles de millones de inversión y que transformó la capital política. Desde entonces, muchas ciudades de la comunidad intentan asociar a su nombre una fecha promisoria para lograr lo que no consiguen con cargo a los presupuestos ordinarios del Gobierno central o de la Junta de Andalucía. Esta lógica ha llevado a que la construcción de una carretera o la rehabilitación de un ayuntamiento dependa de que, durante unos pocos días, casi nunca más de 15e, un número de atletas participe en competiciones de rango mundial o de que cierto comité de expertos europeo se incline por una ciudad o por otra.

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Para los políticos locales, el hecho de que la prosperidad de su ciudad dependa de una decisión ajena -la designación de la sede de unos juegos olímpicos o de la elección de la capitalidad cultural- es una opción cómoda. Por un lado, su trabajo se reduce a preparar con mimo las candidaturas y a convencer a las restantes fuerzas políticas. Por otro, quedan dispensandos de exigir , mediante el ejercicio político, las inversiones necesarias para que su ciudad palie sus carecencias.

En cierto número de casos ha dado resultado. Huelva, la única capital de España sin pistas de atletismo, celebrará unos juegos atléticos y conseguirá las necesarias infraestructuras. Para otras capitales, todo está en el aire. Granada, por ejemplo, pretende mejorar sus comunicaciones con el pretexto de los esquiadores y demás deportidsta de la nieve puedan trasladarse de su residencia a la sierra con la debida diligencia.

Sevilla, en fin, y su alcalde, han rizado el rizo con la conmemoración de la Expo y la tercera candidatura a unos Juegos Olímpicos.

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