Anarquistas
Aparece con frecuencia la olvidada palabra 'anarquista' en las notas policiacas y sus imitadores de prensa y propaganda, unos inocentes y otros colaboracionistas. Estaba en desuso, pero despierta en el burgués el horror de la bomba del Liceo de Barcelona, y las razias de las milicias de la FAI; con lo cual se apoyan para calumniar nombres sagrados, mártires del librepensamiento, como Ferrer Guardia, que aparece en algunos historiadores (Seco Serrano) como un ser verdaderamente malo.
Esas resonancias son muy útiles para colocar su nombre entre los absolutamente malos. Hace poco ha aparecido el 'desmantelamiento' (palabra muy desprestigiada) de una 'célula anarquista' de dos personas. Ya se había utilizado para designar al enemigo de la civilización occidental en la lucha contra la globalización: avispada lucha que estaba denunciando el progreso en un orden mundial económico que ha estallado en las Torres Gemelas de Nueva York por la acción de algunas de sus víctimas con menos respetos humanos.
La utilización de esa palabra se ha ido mezclando con otras: en las manifestaciones contra los imperialistas del globo se han visto anarquistas, etarras, irlandeses, golfos, agitadores de Attac, señoritos desocupados y algunas sectas. El ojo policiaco, que si fuera más agudo hubiera podido identificar a sus compañeros disfrazados provocando en sitios como Génova, describe lo que conviene describir. El problema está en que han desaparecido los comunistas y sus 'agentes venidos del exterior'. Ahora no existen, y los más hermosos de entre ellos forman parte de los gobiernos -de éste- y de la prensa gubernamental.
El 'antiamericanismo' no funciona; y el islamismo no se puede utilizar por razones tácticas. Se ve, se retrata, se refleja: pero no vale porque decimos que las religiones son libres y buenas. El terrorismo es demasiado vago. Cada uno lo usa a su manera, y cada uno es el terrorista del otro. La palabra anarquista es, por lo tanto, bastante útil, a condición de que a uno no le importe mentir. No ha importado jamás: en la guerra, decían los guerreros, todo está permitido. La palabra la usaron los neofascistas con encomio, porque fueron perseguidos por el comunismo, con lo cual les dio un rol de buenos. Vuelven a la maldad: a la bomba redonda, bruñida, con la mecha ardiendo. No van a servir.
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