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Columna
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Panorama de la TVV

En punto a la televisión autonómica debe admitirse que el PP no ha engañado a nadie. Procede como prometió al asumir el gobierno de la Generalitat. Dijo que apoyaría la opción privatizadora en la medida posible en el actual marco legal, y así ha sido. Era, a su entender y abreviadamente dicho, la fórmula idónea para garantizar la financiación del ente y potenciar su respuesta ante la creciente competencia. Eso sí, garantizando en todo caso los objetivos establecidos en la ley fundacional de RTVV, eso de la protección de la lengua valenciana, la recuperación cultural, la objetividad informativa, el pluralismo y bla, bla, bla.

Los motobombos populares con mando en plaza suelen apelar a esta coherencia apenas sienten en su costillar el aguijón de la crítica y, además, arguyen que los socialistas ya emprendieron tal enajenación de parcelas de gestión y programas, lo que sin duda les alienta a proseguir con más denuedo y menos reservas mentales el mismo camino. Tampoco olvidan evocar el capital electoral que les respalda y el grado de satisfacción que constatan en la audiencia. Verdad es. Tanto como que sigue siendo inédito un medio de comunicación de titularidad pública, acaso porque es imposible o sólo interesa a un puñado de políticos y periodistas ilusos.

Regurgitaba yo estas cavilaciones tan poco novedosas mientras zapeaba entre los goles de la semana y las endebles, cuando no calamitosas crónicas -con alguna justa excepción-, sobre la guerra de Afganistán que nos servían los enviados especiales de Canal 9. En eso estaba cuando apareció en pantalla el nuevo espacio Panorama de Actualidad con su presentador estrella, Julián Lago y un sanedrín de comentaristas tan propios de esta tierra como él mismo. Tate, me dije, ya tenemos aquí la nueva televisión indígena cuasiprivatizada y competitiva que se nos propone, con las consabidas garantías de arraigo y de servicio al vecindario.

A los expertos en la cosa audiovisual les incumbe valorar las bondades de este programa, pues mi opinión personal al respecto es inane, además de irrelevante. Otra cosa es que, en tanto que telespectador y profesional de la información -¿o será sólo de la opinión?- me pregunte qué razón de ser tiene este desfile de personajes foráneos por la pantalla de TVV, qué demonios aportan a la recuperación cultural del país y por qué los responsables de este medio exhiben tan penoso desdén hacia los periodistas y comentaristas valencianos. ¿Acaso ninguno de ellos tiene fuste bastante para conducir este espacio u otro similar? ¿Por qué esta bofetada?

Dejémonos de conjeturas y monsergas. La televisión pública es para quien se la trabaja y gobierna y, cada día más, para pagar favores debidos o ahormar voluntades, sin dejar en el tintero los dineros que se afanan las productoras privadas que este otoño han entrado a saco en los estudios de Burjassot y en los presupuestos de RTVV. Ésa y no otra es la coherencia del Partido Popular y no hay motivos para esperar que el modelo cambie en un futuro próximo. Abundarán las quejas y las catilinarias éticas de cuantos ensoñaron una TV pública muy distinta y puede que imposible, pero la evolución previsible será a peor: menos impronta valenciana y la privatización calculada para que la Hacienda autonómica pague el gasto. ¡Menos mal que nos queda TV3!

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