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¿Réquiem por la generación privada de electricidad?

Mientras algunas regiones españolas están francamente faltas de energía eléctrica, los cogeneradores, que tienen capacidad para producir un 12% de las necesidades del país, y en algunas comunidades mucho más (en Cataluña, el 19%), están parando sus instalaciones una tercera parte del tiempo para perder menos dinero. La paradoja no parece importar mucho a los capitostes responsables en Madrid. Como ejemplo típico del sinsentido kafkiano de este asunto está la situación de la Costa Brava este pasado agosto; la Generalitat se afanaba furiosamente en poner en marcha innumerables centrales portátiles a un coste de vértigo, pero el cogenerador más grande de la zona cerraba su planta varias semanas para, naturalmente, aminorar sus pérdidas económicas. Ni que fuéramos tontos.

¡Ah!, pero eso sí, la CE recomienda que los países tengan el 18% de la energía procedente de plantas de cogeneración para el 2010. Quieren que los países promuevan esta fuente de energía. Tal como están las cosas, no parece que para entonces quede en España mucho más que las cimentaciones.

El problema es de simple descripción. En los últimos dos años, el gas utilizado como materia prima en la combustión ha subido aproximadamente un 100%. El precio de la electricidad vendida a la red por los cogeneradores disminuyó el 14% por decreto ley y ya está. Los números, sencillamente, no salen. Bueno, sí salen, pero son rojos.

Los cogeneradores somos más de doscientos industriales en Cataluña (700 en toda España) que generamos vapor (o calor) y electricidad para las necesidades de nuestras plantas industriales. Antes, en otra vida mejor, producíamos el vapor que precisábamos y la electricidad la comprábamos en la red. Ahora, con las nuevas plantas de cogeneración, en la mayoría de los casos generamos más energía eléctrica que la que usamos, así que vendemos los excedentes a la red a precios establecidos por ley.

Los cogeneradores no somos santos. Instalamos estas plantas porque ganábamos dinero vendiendo aquellos excedentes. Esto nos permitía ser más competitivos en nuestro proceso principal, ya fuera de la industria química, papelera, textil o cerámica. España y las grandes compañías eléctricas también ganaban en muchos aspectos sin duda no banales.

Así, aparte de las centrales hidráulicas, los cogeneradores tenemos el proceso más eficiente desde el punto de vista energético. En las todavía existentes plantas térmicas de carbón, el 65% de la energía del combustible se va por la chimenea. Hasta en las grandes centrales de ciclo combinado ahora en construcción, como la de Sant Adrià, o en el limbo, como la de Móra, entre el 45% y el 50% del calor contenido en el gas va a parar al río o al aire. Y esto aun poseyendo la tecnología más moderna. Nuestras plantas cogeneradoras son tan eficientes que sólo vierten del 20% al 35% del combustible al medio ambiente. El resto se convierte en energía usable. La promoción de la cogeneración permitiría llegar antes, mucho antes, a Kioto. Producimos menos CO2 y muchísimos menos contaminantes, como óxido de nitrógeno o dióxido de azufre, que cualquier planta consumiendo carbón o fuel.

Nuestras plantas, por estar construidas cerca de las grandes áreas de consumo eléctrico, evitaban la construcción de más líneas de transporte eléctrico. Y todos conocemos la dificultad que últimamente tienen los nuevos trazados. Por otra parte, las compañías eléctricas podían bajar sus inversiones en nuevas plantas ya que las cogeneradoras cubrían gran parte del aumento de consumo.

Pero entonces, si somos los más eficientes energéticamente y los más limpios medioambientalmente, si ahorramos importaciones de combustible al Estado por valor de 140.000 millones de pesetas al año, si a las compañías eléctricas les evitamos la producción de electricidad en plantas de carbón, fuel o gas, etcétera, ¿por qué el Gobierno nos tiene abandonados?¿Qué beneficio puede obtener el Gobierno empeorando la rentabilidad de 700 industrias medianas, grandes y pequeñas, nacionales y multinacionales, haste el punto de que en muchos casos se está cuestionando la viabilidad del negocio principal?, ¿qué porcentaje en confianza empresarial conseguirá de estos propietarios que se sienten engañados al encontrarse en una situación promovida por el Gobierno, el cual, ahora, en tiempos difíciles, les abandona a la deriva?

No sé, no tengo respuesta a estas preguntas. Intuiciones, sospechas o insinuaciones. ¿Quizá el ex ministro de Industria Piqué haya dicho a Rato que los cogeneradores se forraron y por ello hay que negarles el pan y la sal hoy?, ¿quizá Rato piensa que dar más dinero a los engañados cogeneradores afectaría a la inflación, aunque lo cierto es que la energía que dejamos de producir se fabrica en plantas más caras? Puede ser.

Hemos estado hablando con todos y cada uno de los agentes que pueden cambiar la situación: ministerio y Dirección General de Energía. Las únicas respuestas han sido del tipo: 'El nuevo real decreto saldrá de un momento a otro' (desde hace más de un año), 'vuelva usted la semana que viene' o el silencio más decepcionante.

Como somos un grupo variopinto, integrado por múltiples personalidades, con intereses divididos y lealtades variadas, pero aún con algo de responsabilidad en el cuerpo, no vamos a dejar el Estado a oscuras, que lo podríamos hacer cualquier día. No. Simplemente, si las cosas no cambian, vamos a intentar reducir las pérdidas de las pocas maneras que sabemos; vamos a invertir menos en nuestra industria principal, generaremos menos empleo, menos producción eléctrica, sobre todo cuando las plantas se vayan amortizando, y eso sí será menos riqueza para el país. El último de nosostros que apague la luz, por favor.

Joan Vila es presidente de la Asociación Catalana de Cogeneradores.

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