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Crónica:FERIA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Casta y emoción para dar y tomar

Se anunciaba una novillada sin picadores y salieron al ruedo seis novillos cuajados, serios, más cerca de ser utreros que de erales. No importaba, en principio, si su juego se iba a ajustar al guión de este tipo de festejos. Es decir, que acomodaran sus embestidas a la lógica bisoñez de tres alumnos de la Escuela Taurina de Valencia.

Pero salieron seis erales, con hechuras de utreros, y lo desmontaron todo. Porque fueron seis encastadísimos animales que pusieron a prueba a los matadores y a sus respectivas cuadrillas. No hubo, del primero al sexto, tiempo para el relajo, ni en el ruedo ni en el tendido. Los seis, el primero con el hierro de Puerto Frontino, de procedencia Villamarta, sacaron casta para dar, tomar y repartir. En distintas dosis, pero casta de la que pocas veces se ve.

Con todo ello, hubo novillos de incansable embestida, bravos, con fijeza, que se comían la muleta y no perdonaban el menor descuido. De esa condición fueron segundo, cuarto, quinto y sexto. De juego tan sobresaliente como difícil para tan inexpertas manos. El que abrió plaza y el tercero no fueron lo mismo. Aquél, bueno por el derecho aunque sin clase, tuvo peligro por el izquierdo; éste, incómodo, deslucido y menos hecho que el resto, no tuvo ningún interés.

Así las cosas, bastante hicieron los tres chavales con plantar cara. El Javi, torero listo donde los haya, acabó en la enfermería, maltrecho por una impresionante voltereta que le propinó el cuarto. A Juan Antonio Aparicio, que bebe de las fuentes clásicas del toreo, le salvó la campana cuando en su primero casi le llegan los tres avisos. Además, se llevó también un tremendo palizón de ese novillo. David García, del que dicen es la joya de la corona de la escuela valenciana, estuvo a punto de rematar una buena faena en el sexto, pero la tremenda casta del novillo terminó por poderle. De esa faena salieron los mejores muletazos de la tarde. Cargó la suerte, es decir, le enseñó al novillo el camino a seguir, desde el cite hasta el remate final. La tarde, en fin, tuvo el color de la emoción y la casta, que no es cosa que se ve todos los días.

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