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El alemán impasible

El técnico del Mallorca hace frente con ironía a la amenaza del despido

Luis Uranga, el presidente de la Real Sociedad en 1997, alzó la voz y frunció el ceño cuando la prensa le preguntó quién era ese tal Bernd Krauss que iba a entrenar a su equipo. En plena efervescencia de los técnicos estrella, se desconocía su pedigrí. Uranga clamó: 'No creo que se pueda dudar de un ex jugador y ex entrenador del Borussia de Moenchengladbach. Además, también ha trabajado en las categorías inferiores y sabe de qué va la labor de cantera'. Jupp Heynckes dirigía entonces al Madrid y también procedía de Moenchenglad-bach. Recientemente, con motivo del partido Athletic-Mallorca, Heynckes dijo de Krauss que había sido un gran jugador y era un magnífico preparador. Una simbiosis que para él tiene siempre algo de matemática.

Sin embargo, al actual técnico del Mallorca le han enseñado la lista del paro. Un equipo acostumbrado a ganar no puede acostumbrarse a perder y por eso vive bajo la amenaza del despido. ¿Le preocupa estar entre la espada y la pared? Su última respuesta deja más sombras que dudas: 'Ya tengo dinero suficiente para comer y beber'. Pero ése no es su estilo. Durante su estancia en la Real, dos temporadas y cuarto -fue sustituido por Javier Clemente- no se le conocían salidas de tono del guión y más bien destacaba por su carácter introvertido. No le gustaban las distancias cortas y difícilmente se mezclaba con los periodistas o los jugadores en los viajes o las concentraciones. Toda la amabilidad que desplegaba su esposa se convertía en él en diplomacia y distancia. El típico modelo alemán llevado a sus últimas consecuencias. Por eso esa desafortunada contestación induce a pensar en una huida hacia adelante: si el consejo de administración del club balear pone en un lado su destitución, él pone en el otro su solvencia personal y profesional.

El Mallorca es complejo. A pesar de sus éxitos y de haber llegado a la Liga de Campeones los entrenadores recelaban de sus ofertas. Fueron varios lo que desistieron de suceder a Luis Aragonés, que se fue al Atlético por motivos personales. Y apareció Krauss, que había vivido una mala temporada en el Borussia de Dortmund y aceptó el reto de repetir el milagro. Pero el Mallorca no es la Real, a la que llegó sin presiones y metió en la Copa de la UEFA. Cuando asomó la crisis por Anoeta, Krauss cayó como un naipe de la torre de cartas. Se fue como llegó: sin hacer ruido. Como trabajaba, como se relacionaba, como vivía.

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