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El vicepresidente se esconde para poder sustituir a Bush

Enric González

George W. Bush eligió un lugar poco habitual para dirigir un mensaje de emergencia a la nación, en un momento crítico. El presidente de los Estados Unidos no habló desde el despacho oval, sino desde el Salón de Tratados, una estancia utilizada tradicionalmente para firmar acuerdos de paz.

Fue probablemente una forma de subrayar lo más contradictorio de su discurso, concentrado en una frase: 'La única forma de conseguir la paz es perseguir a aquellos que la amenazan'.

Bush no se mostró en absoluto sombrío. Casi al contrario. Vistió, sorprendentemente, una corbata luminosa y trató de expresar serenidad y confianza, cosas de las que sus conciudadanos no están sobrados estos días.

Incluso el presidente esbozó en algunos momentos medias sonrisas cuando se refirió a la necesidad de mantener el ánimo ante una guerra que reclamaría 'sacrificios'.

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Hasta ahora, Bush no ha cometido errores. Ha sido paciente, ha tejido una coalición internacional muy amplia, ha intentado ofrecer todo tipo de garantías a los países musulmanes y ha evitado la reacción visceral que exigía una ciudadanía permanentemente traumatizada por la imagen de las Torres Gemelas de Nueva York desplomándose sobre miles de cadáveres.

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Ahora es cuando asume los grandes riesgos. El primero, la posibilidad, nada remota, de otros ataques terroristas en territorio estadounidense.

Las medidas de seguridad son máximas: desde primera hora de la mañana de ayer, la Casa Blanca permanece acordonada por la policía y algunos efectivos militares; el vicepresidente Dick Cheney, que debería ocupar la Casa Blanca si Bush muriera o quedara incapacitado, permanecerá durante un tiempo indefinido en un lugar 'seguro y secreto', según el portavoz presidencial; y decenas de miles de soldados de la Guardia Nacional y de policías patrullan las calles y ante objetivos potenciales de los terroristas, como edificios emblemáticos, aeropuertos, estaciones y grandes centros comerciales.

El otro gran peligro para Bush sería que la guerra se extendiera, se prolongara y comenzara a generar bajas en las filas estadounidenses. Prácticamente todo el país (el 91%, según las últimas encuestas) está ahora tras el presidente, sin ninguna reserva.

Pero las cosas podrían cambiar con el tiempo. George W. Bush pidió ayer a sus conciudadanos 'paciencia ante las esperas que causarán las medidas de seguridad, paciencia ante el tiempo que nos llevará alcanzar nuestros objetivos' y, sobre todo, 'paciencia ante los sacrificios que pueden llegar'.

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