Lamento
Señor Defensor del Pueblo:
Me llamo Antonio, tengo 30 años y soy socio del Real Madrid, pero no pertenezco al sector fundamentalista. Nunca se me ocurrirá decir que fuera del Madrid no hay salvación, y menos en estos aciagos momentos transitorios. Ahora bien, no tengo otro remedio que acudir a usted, cansado de poner denuncias en diversas comisarías de la capital, donde los funcionarios se mofan impúdicamente de mis lamentos.
Sufro a diario agresiones morales, insidias, maledicencias, chascarrillos e insufribles sarcasmos por parte de ciudadanos zafios e ignorantes cuyo más íntimo goce en esta vida consiste en vomitar carcajadas cuando pierde el Real Madrid. Pero no sólo son carcajadas, señor. Los insultos directos y las alusiones indirectas llegan a extremos intolerables. Llevo una semana enzarzado en cuatro o cinco broncas diarias, tanto en el trabajo como en la vía pública y los bares.
Ayer, sin ir más lejos, poco antes del partido contra el Bilbao, un errático camarero del bar Marimba, cuando todo el mundo estaba en silencio, me escupió: 'Ahora ya no tenéis al Caudillo para que os saque las castañas del fuego'. Todos los presentes, como heridos por el rayo, se partieron el pecho de risa. Dos tipos malcarados comenzaron a entonar el himno merengue con la letra cambiada. El pudor me impide transcribir la apestosa catadura de aquellos versos satánicos. El nombre de algunas personalidades blancas, Valdano incluido, fue mancillado con rimas cimarronas. Y no quiero ni recordar lo que cantaron aquellos desventurados acerca de las 'mocitas madrileñas' de nuestro himno. En fin, señor, que se me calentaron los cascos, me lié la manta a la cabeza, apreté los puños y con toda la dignidad posible cuando se tiene el rabo entre las piernas, cogí la puerta y me largué a llorar mis penas a la vera del Bernabéu, no sin antes pedir clemencia al cielo.
Debe usted hablar con el Gobierno y poner coto al tormento de los seguidores merengues, hazmerreír del vulgo y demás gentes de Segunda División.
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