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TVE-1 | 'CUÉNTAME'
Columna
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Recuerdos de cartón

No parece que los productores de Cuéntame hayan intentado ocultar el modelo en el que se han inspirado. Hay que reconocerles, en eso, la honradez. En unos tiempos en los que casi no hay una serie española que no imite fórmulas ya ensayadas en la televisión norteamericana, ellos han optado por ser claros. Se han fijado sólo en una, sin diluir su influencia incorporando elementos de otros productos parecidos. Cuéntame se basa tan milimétricamente en el esquema de Aquellos maravillosos años, serie norteamericana de finales de los ochenta y primeros noventa, que hablar de influencia es quedarse corto. Como en Aquellos maravillosos años, un narrador adulto recuerda su infancia; como en Aquellos maravillosos años, la intención es la de describir en clave humorístico-nostálgica la sociedad de una nación en un momento de su historia reciente, y como en Aquellos maravillosos años, el epicentro de la comedia se desplaza entre la mirada general sobre la época descrita y la mirada concreta sobre el círculo familiar del protagonista.

Ahí terminan las similitudes. Mientras Cuéntame responde al ramplón planteamiento de 'mira qué simples éramos y lo mucho que hemos crecido desde entonces', Aquellos maravillosos años se alimentaba de la nostalgia, pero también de un espíritu paródico que, aunque de tono dulce, no se limitaba a hacer risa de la realidad superficial que retrataba, sino que escarbaba con espíritu irónico en las causas. En Cuéntame, la realidad es igual que las condiciones climáticas: está ahí sin que sepamos muy bien por qué, como si el único problema fuese que éramos pobres. Si a eso le añadimos las abismales diferencias entre la sociedad norteamericana de la guerra fría, con sus defectos e ingenuidades, y la tristeza de la España franquista, todo ello hace que, mientras que la nostalgia de una esté plenamente justificada, la de la otra inspire más pena y vergüenza que verdadera añoranza. Pero aún hay más. Aquellos maravillosos años tenía unos personajes sólidamente trabados, dotados de vida propia, al margen de que su función fuera reflejar el mundo en que vivían. Los de Cuéntame, salvo el niño protagonista, son artefactos construidos de tópicos y, como la madre que interpreta Ana Duato (una especie de Wilma Picapiedra con los andares de Lina Morgan), resultan irreales. El porqué de los índices de audiencia cosechados quizá se explique por el blando folclorismo con que desde ciertas instancias se ha venido tratando la transición y los años oscuros que la precedieron.

[Cuéntame ha logrado en todas sus entregas audiencias superiores a cuatro millones de espectadores y ayer fue líder, con una cuota de pantalla del 28,4%].

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