A favor de la paz y el diálogo entre civilizaciones
Proclamado el año 2001 por la ONU como Año Universal de las Naciones Unidas del diálogo entre civilizaciones, la Organización Mundial del Turismo celebra hoy el Día Mundial del Turismo invocando la paz y el diálogo entre los pueblos; invocación especialmente oportuna -de oportunista podrán tildarla quienes ignoren que el acuerdo en tal sentido procede de una asamblea general de la OMT celebrada en octubre de 1999- no ya por los trágicos atentados terroristas sufridos recientemente por las ciudades de Nueva York y Washington, sino por los múltiples enfrentamientos entre pueblos de tradiciones diferentes a que asistimos a lo largo y ancho del planeta.
Resulta del todo atinada y coherente la propuesta de la OMT porque, amén de las circunstancias difíciles que se están viviendo en estos momentos, el turismo echa raíces en el deseo de los hombres de romper las fronteras de todo signo -nacionales, lingüísticas y políticas- que dividen al mundo; deseo que no es ajeno a la necesidad de encontrar al otro y confrontarse con él para enriquecer el propio universo de experiencias. Se ha dicho que el viaje ensancha. Cabe decir también que el viaje -en una sociedad que tiene como uno de sus rasgos más desalentadores, según Octavio Paz, la uniformidad de las conciencias, los gustos y las ideas- puede alimentar nuevas expectativas y estimular la aparición de pautas de comportamiento más exigentes por más abiertas.
Porque, en efecto, frente a ese anunciado -y tristemente evidenciado tantas veces- choque de civilizaciones, hay que oponer de forma resuelta la creación de zonas de contacto e intercambio cultural entre los diferentes pueblos. Y ahí, el turismo -en todas sus manifestaciones- puede y debe desempeñar un papel importante. Aunque no es este el momento adecuado para dar cifras, resulta alentador el auge que está cobrando en los últimos años el llamado turismo cultural, causa, según el Consejo Mundial del Turismo, del 37% de los viajes internacionales.
Al hilo de estas reflexiones, no quiero dejar de referirme a la propia experiencia histórica de Andalucía, sustancialmente enriquecida por el encuentro y el diálogo -no siempre fácil, es obvio- con pueblos tan distintos como, por ejemplo, el romano y el árabe. Hay que potenciar valores como la tolerancia y la hospitalidad, que están en nuestras raíces culturales, pero es necesario también acrecentar el deseo de ir al encuentro de los que no son como nosotros, porque, como ha dicho Juan Goytisolo, la falta de curiosidad por las culturas ajenas es indicio claro de decadencia y pasividad.
Consciente de todo esto, la Consejería que dirijo está haciendo notables esfuerzos encaminados a promover y apoyar algunos proyectos -realidades ya en algunos casos- que tienen como objetivos sacar a la luz los distintos estratos culturales que perviven en Andalucía y establecer vínculos no sólo entre el pasado y el presente, sino también entre todos los pueblos de nuestra Comunidad que han compartido, en algún momento, la misma experiencia histórica. El establecimiento de distintas rutas -Bética Romana, del Califato y de Washington Irving- da fe de lo que digo. Por otra parte, la misma voluntad política -sólo que mirando esta vez más allá de nuestras fronteras- ha hecho que dediquemos el 0,7% del presupuesto con que cuenta la Consejería a promover proyectos de desarrollo en países del Tercer Mundo.
En definitiva, la celebración del Día Mundial del Turismo debe servirnos como acicate para reforzar hábitos de apertura y diálogo, porque el futuro pasa por el entendimiento o por la confrontación. El entendimiento ha deparado siempre progreso; la confrontación, sólo ruinas.
José Hurtado Sánchez es consejero de Turismo y Deporte.
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