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Los jóvenes japoneses se imponen en el mundo de la dirección orquestal

T. Shimono gana el Concurso de Besançon

El japonés Tatsuya Shimono, de 31 años, en una reñida final con el también japonés Noataka Tachibana, de 33 años, que obtuvo el premio del público, se hizó con el concurso de dirección de orquesta de Besançon (Francia).

El japonés Tatsuya Shimono, de 31 años, en una reñida final con el también japonés Noataka Tachibana, de 33 años, que obtuvo el premio del público, se hizó con el concurso de dirección de orquesta de Besançon (Francia). El protagonismo oriental se complementó con el concurso de composición de obras para orquesta el pasado septiembre, ganado por la china Leilei Tian, de 30 años, en un jurado presidido por Magnus Lindberg, en el que estaban Esa Pekka Salonen y Philippe Manoury, entre otros. Su obra Sadhana fue ejecutada por los finalistas en la última fase.

En el proceso de normalización de la vida cultural en Francia después de los estragos de la II Guerra Mundial, el Festival de Besançon nació en 1948 con una clara vocación sinfónica, mientras, por las mismas fechas, Avignon se decantaba por el teatro y Aix-en-Provence por la ópera. Tres años más tarde, Besançon incorporó como un complemento natural del festival el Concurso Internacional de Jóvenes Directores de Orquesta (entre los 19 y los 33 años), que desde entonces se ha mantenido como un pilar clave de la villa natal de Víctor Hugo ('Besançon es una ciudad de aire español', decía) y los hermanos Lumière. El de Besançon es seguramente uno de los tres concursos más importantes a nivel mundial de dirección orquestal, junto al de Tokio y el Leonard Bernstein de Israel. Entre sus ganadores se encuentran figuras como Ozawa, López Cobos, Albrecht, Plasson, Gibson, Comissiona, Cambreling o Sado.

La edición anterior a la actual fue conquistada, en unanimidad de crítica y público, por el valenciano Álvaro Albiach Fernández, cuya versión de La valse, de Ravel, todavía se comenta aquí. Albiach ha hecho desde entonces una carrera tan intensa en Francia como prácticamente inexistente en España.

Las pruebas de selección del concurso de directores de orquesta de Besançon se realizaron en mayo y junio de 2000 en Nueva York, Pekín, San Petersburgo y Besançon. De los 200 candidatos, 20 pasaron a la competición definitiva de septiembre. De ellos, la mitad eran orientales. A la finalísima llegaron dos japoneses, que hicieron con la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo un programa compuesto por la obra laureada de Tian, la Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rachmaninov, y el poema sinfónico Don Juan, de Richard Strauss, determinante para el éxito de Shimono.

Se enfrentaron dos estilos muy diferentes. El de Tachibana, brillante, de amplias dinámicas, muy a lo Ozawa, ganó el veredicto del público. Las exigencias orquestales de Strauss desviaron, sin embargo, la atención hacia el trabajo más reposado, unitario, complejo y estructural desde la elaboración del sonido de Shimono. La división de opiniones estaba servida. El jurado (con Comissiona de presidente y algunos directores ligados a España, como Foster y Pehlivanian) se decantó por Shimono, y el público, por la facilidad comunicadora de Tachibana. En pleno frenesí de votos, la orquesta también tomó partido a favor de los criterios del jurado. Las discusiones continuaban en la calle al día siguiente en los lugares más peregrinos.

Piedra angular

El concurso es, evidentemente, la piedra angular de un festival cuyas raíces sinfónicas originales se han ido ensanchando (en parte por problemas económicos, en parte por convicción de los organizadores) con conciertos de todo tipo, que se extienden por toda la región. Este año el tema que aglutinaba el festival, Las dos mil y una noches, ha propiciado imaginativas combinaciones alrededor de la noche y la música. El contratenor James Bowman y el grupo Le Capriccio Français se volcaron en la iglesia de Morteau en los mundos nocturnos de Haendel y Vivaldi, mientras el grupo William Byrd realizó en la Salina Real de Arc-et-Senans una sensible lectura de La reina de las hadas, de Henry Purcell, aderezada con una simpática puesta en escena del grupo de actores y bailarines Muse et Danse. Se suspendió el inicialmente anunciado recital de poemas cantados afganos, iraníes, argelinos o tibetanos del grupo Mad Sheer Khan.

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