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Reportaje:

El milagro de 'The Wall Street Journal'

El diario financiero se mantiene en la calle pese a quedarse sin sede

El digno, marmóreo y respetado The Wall Street Journal nunca pensó que se dedicaría al periodismo de trincheras. Los atentados cambiaron su vocación cuando los trozos de las Torres Gemelas de Nueva York empezaron a caer sobre su redacción del vecino World Financial Center, en el 200 de Liberty Street. Desde entonces, el primer diario financiero del mundo ha tenido que desplegar todos sus recursos para salir de la crisis más espeluznante de su historia y seguir saliendo a diario.

Todos los redactores están ahora desperdigados entre el centro administrativo de South Brunswick, en New Jersey, a más de cien kilómetros de Nueva York, las oficinas de marketing en Manhattan, en la calle 44, y unos locales en Soho. Eso para los que no han preferido trabajar directamente desde sus casas con Internet.

Todos los redactores están desperdigados a cien kilómetros de Nueva York
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El apaño se organizó rápidamente el mismo día de la catástrofe. Había que sacar el periódico como fuera. 'Desde el principio, el equipo directivo tenía muy claro que había que salir a la calle', cuenta Edward Schumacher, director del Wall Street de las Américas, la edición en español del diario financiero.

Y salió, con veinte páginas menos, pero salió. La redacción consiguió cerrar apenas una hora más tarde de lo habitual. Se distribuyeron más del 80% de sus casi dos millones de copias diarias. Por tercera vez en sus 112 años de historia, después de Pearl Harbor y la guerra del Golfo, un titular a seis columnas llenaba la portada: 'Terroristas destruyen el World Trade Center. El Pentágono, alcanzado por un avión secuestrado'.

En los primeros momentos cundió el pánico. Se pensó incluso que uno de los directores, Paul Steiger, había desaparecido. 'Lo peor de todo es que no supimos nada de mucha gente hasta media tarde porque no funcionaban los teléfonos', cuenta Schumacher. Al final no hubo muertos entre los 900 empleados de Dow Jones, la empresa propietaria del diario.

La oficina de Washington se hizo cargo de la edición. Los directores tuvieron que reunirse en el apartamento, en el Upper West Side, de uno de ellos, Byron Calame. Los editorialistas encontraron refugio en el sótano del piso de Brooklyn de su responsable, Robert Bartley. Mientras, algunos de los redactores que iban huyendo de Manhattan conseguían tomar algunos de los ferrys en dirección a New Jersey. El servicio de agencias del Dow Jones se elaboró en las delegaciones de Londres y Hong Kong.

Ahora South Brunswick, un lujoso complejo de edificios en medio del campo se ha convertido en el centro de operaciones. Allí está instalado todo el sistema informático del Wall Street, lo que permitió mantener la estructura vital del periódico en los momentos de crisis.

'Han sacado fotos de cómo han quedado nuestras oficinas en Nueva York y muchas están medio destrozadas, sobre todo las que daban al World Trade Center. Espero que en algún momento podamos volver para recuperar nuestras cosas, toda nuestra documentación', comenta Joaquín Fernández Núñez, que se encarga de la edición en Internet del Wall Street en español. 'Ahora esto es un caos, estamos rodeados de cajas, nos han comprado nuevos ordenadores, pero habrá que instalarlos'.

'No sabemos cuándo podremos volver a una cierta normalidad, pueden ser seis semanas o pueden ser seis meses', dice Schumacher. El periódico ha organizado un servicio de autobús e incluso ofrece a sus redactores habitaciones de hotel cercanas para evitar trayectos eternos entre Nueva York y New Jersey.

Dos días después del atentado, el director, Peter Kann, hacía una llamamiento a sus lectores. 'Vamos a responder a este reto de la forma más efectiva: seguiremos publicando nuestro periódico, como lo hemos hecho hasta ahora'.

Sede de <i>The Wall Street Journal</i> en el World Financial Center.
Sede de The Wall Street Journal en el World Financial Center.

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