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Columna
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Nuevas luces de candilejas

Otra vez, y parece cosa cíclica o letánica, hay un brote de indicios que conducen a nuevas evidencias de que el zumo del teatro sigue siendo un alimento primordial del cine, insustituible para mantener erguida y en ascuas la elocuencia de la pantalla. La sombra terca pero declinante de ese purismo que erre que erre considera al teatro un territorio de mordaza y muerte del cine es cada vez más un cadáver de idea. Y en verdad es una sombra de idea que arrancó -temerariamente y de prestado, para convertirla en coartada y generalizarla a brochazos- de simplificaciones de la delicada y ascética energía moral que Robert Bresson desplegó, para encender la pantalla de su cinematógrafo, en apretados e imaginativos aforismos puntiagudos, que disparaba contra cualquier forma, que él juzgaba siempre intrusa, de teatralidad, incluida la del actor intérprete, al que negó y del que renegó. Pero las ideas de Bresson son movimientos de luz sólo inteligibles dentro de las zonas subterráneas de su arte, incluso cuando éste las refuta, por lo que fuera de ése su cerco natal poco o nada ayudan a que el arte del cine se ensanche y crezca.

Hay, digo, otra lluvia de indicios de teatro que suena y se agita detrás de las pantallas. Revive en las pantallas de Europa la teatralidad abierta, no barnizada, sin piel, en carne viva, de Rainer Werner Fassbinder, que comienza otra vez a romper fronteras con Las amargas lágrimas de Petra von Kant, después de su resurrección en Berlín tras la caída del muro a cuya sombra filmó la locura de su Alemania. Y en el Festival de Venecia estalló la evidencia de la abrumadora superioridad, sobre el resto del allí acumulado, del celuloide en que Eric Rohmer ha fijado las huellas de La inglesa y el duque, prodigio de teatralidad y zarandeo al purismo de algún que otro nuevaolista trasnochado por uno de los supremos creadores de nuevas olas, que con ochenta y tantos años tiene las arterias en estado de alerta, como los muchachos asombrados.

Y más atrás, en el Festival de Cannes -por encima de la película ganadora, La muerte del hijo, de Nanni Moretti, que contiene cine hilado en la escena melodramática-, saltaron a la historia tres filmes inmensos. Uno es la severa estructura de tragedia, resuelta en forma de cautivadora comedia, del francés Jacques Rivette titulada Va savoir, cuya teatralidad geométrica es tan singular como la versión in extenso de La bella mentirosa. Otro es el ejercicio de escena libre propuesto, desde la altura de un cerebro intacto a los 95 años, por el portugués Manoel de Oliveira, que es quien con más explicitud y menos coartadas visuales alimenta su cine de zumo de teatro y, para ahorrar circuloquios, basta ir al grano de títulos como La divina comedia, Valle Abraham e Inquietud.

Y el tercero es La pianista, obra de un hombre de teatro austriaco, que reclama su derecho a sentirse un heredero de Bertolt Brecht y que viene agitando las raíces mismas del cine centroeuropeo. Desde el salto y el sobresalto de Funny games no ha cesado Haneke de encender las viejas candilejas que iluminan La pianista, filme de genio, el más elevado y complejo de este año, junto con Intimidad, película inglesa del francés Patrice Chéreau que deslumbró y triunfó de forma arrolladora en la última Berlinale.

Y más y más filmes de herederos de teatreros de la leyenda, gente como Murnau, Renoir, Dreyer, Mamoulian, Mann, Cukor, Welles, Kazan, Losey, Lubitsch, Reinhardt, Preminger, Eisenstein y muchos otros faros de la inventiva clásica que ahora se prolongan en la obra de Theo Angelopoulos, Ingmar Bergman, Liv Ullman, Lars von Trier, Mike Leigh y, lo que ahonda más su alcance, en el tacto todavía anónimo de la mirada de muchos nuevos cineastas con los ojos abiertos de par en par a cosechas de ideas como las de la revista francesa CinemAction, que ha editado hace cosa de año y medio un volumen sin desperdicio sobre Le theatre à l'ecran, que prolonga las acumulaciones de signos de escena grabados en la pantalla moderna recogidos en Cinéma et théâtralité, Spectaculaire et thèâtralité y Le film de théâtre.

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