El peón Contreras, herido en el tórax
El peón Manolo Contreras sufrió una cornada en el tórax al banderillear al cuarto novillo. La herida es grave, lo cual no impide señalar que la cogida fue de las que se llaman tontas. Es decir, que no había peligro, ni situación comprometida, ni nada. Ocurrió que Contreras prendió el par de banderillas (muy bien, por cierto); al deshacer la reunión se alejó de la cara del toro corriendo hacia atrás y en estas que perdió pie y cayó al suelo. Al verlo allí el toro se arrancó como una bala. Contreras no tuvo tiempo de esquivar el embroque ni las cuadrillas de hacer el quite: el toro lo corneó, lo levantó prendido por el pecho y lo dejó malherido. La cornada, en el quinto espacio intercostal, dicen que es limpia. Mas los destrozos llevarán tiempo en curar.
Valdeolivas / Aroca, Ruiz, Solís
Novillos de Valdeolivas, bien presentados, fuertes, mansurrones en varas, manejables en general. Miguel Ángel Aroca, de Cehegín (Murcia): pinchazo, estocada corta y descabello (aplausos y salida al tercio); pinchazo y estocada corta (aplausos y salida al tercio). Valentín Ruiz, de Cuenca: pinchazo hondo, rueda de peones, estocada tendida y rueda de peones (palmas y sale al tercio); estocada, rueda de peones y descabello (escasa petición y vuelta con protestas). Javier Solís, de Badajoz: pinchazo, estocada corta -aviso- y rueda de peones (silencio); estocada corta trasera, tres descabellos -aviso- y cuatro descabellos (silencio). Los tres, nuevos en esta plaza. Enfermería: intervenido el banderillero Manolo Contreras de cornada de 20 centímetros en el tórax, quinto espacio intercostal derecho, que produce desgarros en los músculos pectorales y fractura de dos costillas en su unión con el esternón; pronóstico grave. Plaza de Las Ventas, 16 de septiembre. Cerca de media entrada.
El novillo cuarto ese, hierro Valdeolivas (propiedad del conocido Jesús Gil, por cierto), un cárdeno salpicao botinero, lucía la buena presencia de toda la novillada y parecía el padre de los que se han visto lidiar como toros estos días atrás en Guadalajara y en la mayoría de las ferias coincidentes.
Es lo que viene pasando en la actual fiesta: novillos de trapío -el de toda la vida- para los novilleros principiantes, jóvenes e inexpertos, mientras los novillos sin trapío se los echan a las figuras experimentadas y adineradas dándoles categoría de toros, tócate las narices.
Los novilleros principiantes, jóvenes e inexpertos, debutaban en Madrid, que ésa es otra. Bien está que debuten novilleros, pero no juntos sino alternando con otros conocedores del oficio, primero para garantía del espectáculo, segundo para la de los debutantes a quienes el experto siempre puede echar una mano en caso de necesidad.
Los tres nuevos en esta plaza, que estuvieron bien dentro de lo que cabía, llegaron despacito. Seguramente les han dicho que el toreo se hace despacio y para que nadie se llevara a engaño ya desde un principio hicieron el paseíllo como pisando huevos, el pasito corto, las puntas de las zapatillas dirigidas hacia adentro, la mano desmayada, perdida en un dengue.
Luego, el toreo lo realizaron a tono, con la salvedad de que si no podían ejecutarlo lento se ponían a pegar pases y no acababan nunca. De manera que nos dieron las tantas, se hacía de noche, y allí seguía la afición -el respetuoso turismo con ella- esperando que acabaran de una vez.
Trajeron los tres la sorpresa de que no tenían reparos en echarse la muleta a la izquierda y ligar los pases. Se les bendice por ello: In nomine patri et filii.... Gustó la suavidad que imprimía a su toreo Miguel Ángel Aroca y sus valerosas porfías, autor de unas cadenciosas chicuelinas. Asimismo el entusiasmo lidiador de Valentín Ruiz, el ceñimiento con que ejecutaba las suertes, los momentos buenos que dio en varias tandas de naturales y, sobre todo, su interpretación de las gaoneras, toreando al estilo clásico. Y el pundonor de Javier Solís, con el peor lote, al que sacó partido a fuerza de tesón y entrega.
Pero aún hubiesen estado mejor de ser más breves. Y hasta se hubiese podido ver una bonita corrida. Si salvamos, claro, el drama de la cornada al peón, que hizo la tarde amarga.
Babelia
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