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Revuelta en la ESO

La educación secundaria empieza el curso pendiente del debate sobre su revisión y reorganización

La mayoría de los 3,1 millones de estudiantes de educación secundaria (ESO, bachillerato y FP) españoles empiezan esta semana el curso en el que se abordará el mayor debate de los últimos años sobre esta etapa. Los problemas de la ESO y sus retos centrarán la polémica sobre la Ley de Calidad.

Los centros de educación secundaria inician a partid de hoy el curso con los ánimos revueltos. Los complejos problemas en la etapa obligatoria de este periodo educativo (la ESO), que llevan años resaltando colectivos del mundo educativo y representantes políticos, están este año más que nunca en boca de todos a la vista de las reformas educativas que afectarán profundamente a toda esta etapa y que el Gobierno tiene intención de aprobar en primavera de 2002 mediante la futura Ley de Calidad.

La necesidad de un profundo debate previo para analizar la delicada situación de la ESO y para definir de forma realista sus necesidades y retos futuros es un clamor unánime en los centros educativos. Los profesores demandan más que nadie que se les dé voz en este tema. Los vertiginosos cambios sociales están desbordando las demandas que se hacen a los profesionales de la educación, aunque ellos denuncian que no se les ayuda a afrontarlas. El resultado no puede ser más incierto.

En relación con los retos de la secundaria destacan dos tipos de problemas: por un lado, los que se derivan del funcionamiento del propio sistema educativo y de la extensión de la educación obligatoria de los 14 a los 16 años, y por otro, los que son clara consecuencia de los cambios sociales. Ambos tipos aparecen a su vez entrelazados en cuestiones como la incorporación de un mayor número de inmigrantes a los centros. Éstos son los principales retos que ya se perciben en los centros y la visión que tienen sobre ellos profesores y expertos educativos:

- La indisciplina. Su incremento en la ESO (de 12 a 16 años) se atribuye principalmente a la unión de tres factores: la ampliación de la escolarización obligatoria a todos los alumnos de 14 a 16 años, la coincidencia de esta etapa con la conflictiva adolescencia y la influencia que la ruptura de los referentes que antes tenían los chicos de estas edades en sus padres, profesores y otros adultos de su entorno.

El responsable de innovación educativa de la Consejería de Educación valenciana y profesor de secundaria, Miguel Soler, explica que a menudo 'se atribuye erróneamente al actual sistema educativo al aumento de la indisciplina, cuando es algo que está sucediendo a la vez en muchos países'. Soler destaca que 'ahora están escolarizados jóvenes que antes estaban en la calle a esas edades y que a la vez están viviendo el cambio en las relaciones familiares y entre los adolescentes y los adultos'.

Este experto dice que el porcentaje de alumnos con conductas agresivas es muy pequeño. Para la profesora de secundaria y directora durante 10 años de un instituto de Badalona, María Masip, este problema se ha 'sobredimensionado'. 'Llevo 20 años trabajando en centros situados en entornos difíciles y la imagen del profesor luchando por imponer su autoridad entre alumnos violentos no es real. Pero, aunque se den casos, lo que está comprobado es que la solución a la indisciplina no pasa por separar a los que rinden menos, sino por crear situaciones en las que se sientan implicados, como están haciendo con gran esfuerzo centros de forma aislada y sin ningún apoyo de la Administración', explica.

- El fracaso escolar. Algunos expertos no son tan pesimistas como el Gobierno al analizar el dato sobre fracaso escolar en la ESO: uno de cada cuatro alumnos no consigue el graduado en secundaria. Entre los primeros se encuentra el profesor de secundaria y psicopedagogo en un instituto de Cataluña Manuel Fernández.

Este profesional, experto en atención a la diversidad, justifica sus argumentos con cifras: 'Antes de ampliarse la escolarización obligatoria a los 16 años, alrededor del 18% de los chicos de 14 años no seguían estudiando tras acabar la EGB; de los que empezaban el BUP, lo abandona aproximadamente la mitad entre 1º y 2º, y el 30% de los que empezaban la FP la dejaban después del primer curso. No hay más que analizar estos porcentajes para comprobar que estamos infinitamente mejor que hace una década y eso que no ha pasado el tiempo suficiente para tener resultados válidos sobre la marcha del actual sistema educativo'.

- La escolarización de los inmigrantes. A los alumnos inmigrantes, además de los problemas anteriores (ya que suelen proceder de entornos sociales desfavorecidos) les afecta otro: las dificultades para adaptarse a la lengua y la cultura española, especialmente cuando se incorporan al sistema educativo español con 13 o 14 años, algo muy común.

Los profesores cuentan que muchos llegan con 14 años sin haber estado escolarizados previamente o procedentes de escuelas muy particulares, como es la coránica. Buena parte del profesorado coincide en que la solución más adecuada sería que estos alumnos pasaran dos o tres meses en programas específicos basados sobre todo en el aprendizaje de la lengua española y que posteriormente se incorporaran a los grupos de los institutos con un profesor especial de apoyo.

- Las doble red. Las situaciones de indisciplina y los casos de violencia son abordables, según los docentes, cuando hay sólo tres o cuatro casos graves en un centro. La profesora María Masip señala que 'la doble red es en estos momentos el principal problema del sistema educativo, aunque hay que ser prudente a la hora de abordar soluciones'. 'Si se consolida esta doble red, la escuela pública será subsidiaria y se ponen en peligro muchas cuestiones sociales, como la integración o la democratización de las escuelas', añade.

Una solución, que sugieren muchos expertos, sería que las Comisiones de Escolarización Territoriales (municipales o regionales) se encargaran de distribuir a todo el alumnado que solicite una plaza en uno centro público o concertado.

- El currículo y la evaluación. Con la reforma de los contenidos mínimos de la ESO y el bachillerato, aprobada por el Gobierno a finales de 2000, 'se han cambiado los objetivos de cada etapa y se han suprimido los objetivos sociales, como enseñar educación sexual, el interés de la planificación familiar o los perjuicios del consumo de droga. Los currículos se han sobrecargado y ésta no es la vía adecuada para enfocar la educación del futuro', señala la profesora María Masip.

¿Cuándo y cómo se explica entonces a los alumnos sucesos como el atentado de la pasada semana contra EE UU? Los responsables de algunos centros aseguran tener pensado iniciar debates con los alumnos sobre esta cuestión, pero lo cierto es que estas iniciativas dependen del proyecto de cada centro. La actual ley señala que deben enseñarse estas cuestiones de forma transversal metidas en las materias relacionas más directamente con cada tema. Sin embargo, la realidad es que, mientras algunos centros han logrado incluirlas en su proyecto, otros se han encontrado con serias y variadas dificultades (de tiempo, formación del profesorado, tipología del alumnado) para hacerlo.

La catedrática de la facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Barcelona, María Teresa Mauri, dice que estos temas se deben abordar en los centros y que 'no se puede seguir en la actual situación, ya que depende de la voluntad de los profesores, muchos de los cuales hacen esfuerzos enormes para poner en marcha programas de este tipo'.

Para el profesor de Didáctica y Organización Escolar de la UNED Juan Manuel Moreno, 'el problema principal es encontrar el equilibrio entre el currículo común y el currículo diversificado'. 'Habría que analizar en qué áreas y en qué momento se debe iniciar la diversificación, porque no hay que olvidar que en la etapa de la educación común hay que garantizar una base también común para todos a la vez que se les prepara para sus futuras oportunidades', añade este profesor.

En opinión de Moreno, esto tiene mucho que ver con la evaluación del sistema: 'Hay que replantear el sistema de evaluación del alumnado y del sistema, del que el Estado tiene el monopolio. Y ver si habría que incluir la evaluación de otra serie de conocimientos relacionadas con la educación de los jóvens como ciudadanos, sus competencias profesionales y la aplicación de sus conocimientos'.

También señalan los expertos que hay que revisar el tipo de pruebas que se están poniendo a los alumnos y que los criterios de evaluación deberían fijarse entre todos los docentes de cada curso.

- Las nuevas tecnologías. 'A partir de ahora, prohibido usar Internet para hacer los trabajos', les dijo un profesor a sus alumnos al comprobar que habían sacado su maravilloso trabajo de ciencias naturales íntegramente de la Red. 'La solución no es prohibirles que usen Internet, sino proponerles trabajos en los que tengan que analizar contenidos aprovechando que saben usar la Red', explica Soler.

El objetivo final es lograr incorporar los ordenadores al aula. Aunque lo ideal sería tener un ordenador por alumno en la clase (como intentan impulsar ya algunos programas alemanes), los más realistas dicen que no se puede avanzar sin incorporar al menos un ordenador por profesor con una pantalla en la que exponga los contenidos. ¿Porqué no se puede hacer en los institutos si se hace en las universidades y cursos de verano?, se preguntan los docentes.

- La formación del profesorado. 'Hay que replantear la forma de enseñar para ver cómo se pueden trabajar los contenidos con distintos materiales para adaptarlos a los distintos niveles de los alumnos de una clase', señala Soler. Los profesores dicen que necesitan apoyo de las administraciones como cursos de reciclamiento de conocimientos que pueden ofrecer, por ejemplo, los institutos de ciencias de la educación de las universidades, como explica la catedrática María Teresa Mauri. También señalan que habría que adaptar los libros de texto para que fueran más 'abiertos', con propuestas sobre cómo trabajar en el aula cada tema según los distintos niveles de los alumnos.

A este respecto, el sociólogo Enrique Gil Calvo explica que una dimensión de los problemas actuales está relacionada con lograr la adquisición de conocimientos necesarios para vivir con éxito: 'No habría que enseñar conocimientos cerrados, sino enseñar a aprender para que el alumno pueda seguir una educación continua a lo largo de su vida y autogestione su proceso de reconversión. Pero los centros de enseñanza no están preparados para ello. Se pretende dar un capital humano que sea perdurable y ahora sabemos que ese capital humano es volátil'.

Para lograr el cambio deben combinarse, según los expertos, dos tipos de formación: de actualización de conocimientos, que podrían darse en las universidades, y relacionada con la práctica de la docencia, que deberían impartirse en los propios centros a todo el grupo de profesores que trabaja con alumnos de cada edad. Esto facilitaría otro cambio imprescindible, según señalan: la interconexión de conocimientos para evitar que los estudiantes vean las materias de una forma parcelada y muy alejada de la realidad.

- La formación inicial del docente. Moreno dice que 'hay un abismo entre lo que se pide que sepan estos profesores de secundaria y lo que tienen que hacer en las nuevas circunstancias de los centros educativos, lo que provoca enormes disfunciones educativas'.

La catedrática María Teresa Mauri opina que tendría que haber prácticas para los que se preparan para enseñar en secundaria, tuteladas por profesores en ejercicio que estuvieran en las universidades a tiempo parcial como asociados.

- La falta de apoyo a los centros. La falta de apoyo a los docentes desde las administraciones con el tipo de cursos mencionados anteriormente y con trabajadores sociales que les ayuden a adaptarse a los cambios sociales forma parte, según dice el profesor y psicólogo Manuel Fernández, de una actitud general: 'La Administración no ejerce como titular de los centros con el argumento equivocado de que es para darles autonomía. De esto derivan la mayoría de los problemas. No se dan apoyos y la formación es mínima. Hace falta que se impliquen los inspectores y que se ponga a disposición de los centros equipos psicopedagógicos y expertos en gestión'.

El impulso desde la Administración de programas para fomentar el trabajo en equipo, algo más habitual en primaria, es otra de las necesidades, así como iniciativas que fomenten la participación de las familias, casi nula en secundaria.

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