El cementerio sin cadáveres
Manhattan alberga un inmenso cementario secreto. Sólo unos pocos miles de policías, médicos, bomberos, voluntarios... han podido comprobar la crueldad devastadora de millones de toneladas de escombros. El resto del mundo tiene la certeza de que un asombro arquitectónico es hoy una gigantesca necrópolis, pero no ha podido constatarlo.
Hasta ahora, ni un solo cadáver ha sido mostrado al mundo.Posiblemente nos hallemos ante la mayor concentración de carne humana triturada, pero no hemos podido ver ni un dedo cercenado entre la cordillera de escombros.
El director de cine Álex de la Iglesia decía el jueves pasado en El Diario Vasco: '¿Dónde están los cadáveres? No hemos visto ninguno, ha sido una película censurada'.
Ésta es la cuestión. Acostumbrados como estamos a imágenes espeluznantes, en esta ocasión todo se ha detenido en las montañas de cascotes que son como la metáfora de los miles de víctimas que, con terrible certeza, se alojan en sus entrañas.
Alcanzamos a ver el segundo avión perforando la torre sur y el espanto de algunas personas cayendo desde centenares de metros de altura. Ahí se ha congelado la imagen del horror humano.
Enric González, corresponsal del periódico en Washington, me asegura que todo responde a un formidable ejercicio de autocontrol por parte de las grandes cadenas de televisión norteamericanas y de los departamentos gráficos de las agencias de prensa.
Alguna de esas cadenas han hecho saber a sus espectadores que tienen imágenes espeluznantes, pero que no piensan ofrecerlas. Con toda seguridad hay también vídeos de aficionados que han podido aproximarse al lugar, y González no descarta que algún desaprensivo pueda colocar imágenes atroces en Internet, pero eso nada tendrá que ver con el severo ejercicio de autocontrol al que se han sometido los medios norteamericanos, y que ha arrastrado a los del resto del mundo.
Juan Luis Cebrián, consejero delegado del Grupo PRISA, que edita este periódico, afirmó el viernes pasado en Valencia que esta actitud le parece 'un ejemplo de moralidad y sentido ético' y es prueba de 'cómo debe prevalecer el respeto humano frente al derecho a la información'.
El Defensor ha querido conocer la opinión del director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, ante esta actitud excepcional ante las grandes catástrofes.
Piensa que el autocontrol debe mantenerse siempre, y mucho más ante tragedias humanas de esta envergadura.
No deja de extrañarle el comportamiento de los medios norteamericanos porque no lo han tenido ante acontecimientos semejantes en otros lugares del mundo.
Ahora, a la vista de la asepsia que muestran, Ceberio reflexiona sobre una hipótesis preocupante: que este formidable ejercicio de autocontrol pudiese responder a algún tipo de censura o sugerencia gubernamental más o menos velada. Dicho eso, concluye que suscribe la decisión tomada y la comparte.
Enric Gónzalez se muestra seguro de que estamos ante una muestra de autocontención, de freno libremente activado, a sabiendas de que la sensibilidad de la sociedad estadounidense no perdonaría el más mínimo exceso en este terreno.
Sin duda eso nos ha salvado de una avalancha impúdica de jirones humanos que cada periódico y cada televisión hubiesen administrado de muy distinta manera.
Celebremos que en esta ocasión la película del espanto siga conmoviéndonos en lo más profundo sin recurrir a una sola imagen de despojos.
América y otros flecos
Frente a esta descomunal tragedia, el periódico se ha visto obligado a un esfuerzo profesional extraordinario. ¿Cómo lo han visto los lectores?
Sergio Novás, Gonzalo Leoz y Francisco García de Torres se han quejado porque en la edición especial del martes por la noche que se distribuyó en Madrid y en Barcelona se titulase 'América, atacada'.
El Defensor ha sabido que no fue un descuido: se quiso destacar el valor de símbolo del continente americano que Estados Unidos ha alcanzado internacionalmente. De hecho, una buena parte de los grandes diarios europeos hizo lo mismo.
Lo cierto es que en España, ante la realidad de Hispanoamérica, Iberoamérica o Latinoamérica, la decisión puede chirriar en muchos oídos.
Ha habido también una carta, de tono insultante y anónima, contra el titular del miércoles día 12 'El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush'.
El Defensor piensa que se trata de un ejercicio elemental de periodismo. Se optó por subrayar una realidad que, desde que se consumó el atentado, se hace más inquietante: las consecuencias internacionales que pueda acarrear.
Represalia no es otra cosa que 'el derecho que se arrogan los enemigos para causarse igual o mayor daño que el que han recibido'. Un derecho cuyo ejercicio anunció el presidente George W. Bush pocas horas después del atentado y que el periódico decidió destacar.
Por cierto, en ese titular, dos lectores han advertido, con razón, que faltaba una coma despues de 'El mundo...'
Charles Rosenberger, desde Boston, se ha sentido muy herido por el bosquejo que John Carlin hizo de la sociedad estadounidense.
Joaquín Díaz-Pardo piensa que Forges mostró anteayer un antiamericanismo primario.
Jordi Civit protesta contra las escalas utilizadas en algunos gráficos, que, en su opinión, son incorrectas, y, por fin, Pau López descubrió en la edición digital que se coló un 'rebela', así, con be, para decir que el FBI no quiso descubrir determinadas identidades.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.
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