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Terapias contra el dolor

Ni el hipnotizador tiene poder sobre el hipnotizado ni la hipnosis rescata los restos de un naufragio en la memoria. 'No hay nada de eso', señalan al mismo tiempo Andrés Catena y Francisco Rodríguez Castro. 'Ya hay incluso asociaciones destinadas a desmontar lo que se llaman los falsos recuerdos: imágenes falsas que alguien se crea o inventa para justificarse interiormente algo y que, a fuerza de insistir en ellas una y otra vez, termina creyendo que sucedieron de verdad'.

De hecho, para el hipnotizado, incluso los recuerdos reales dejan de tener solidez. 'Hay que tener en cuenta que el sujeto entra en un estado muy similar al sueño, pero que no es sueño en sí', indica Catena. 'Ahí, los recuerdos no tienen consistencia'. Después, concreta: 'En muy pocas palabras, podría decirse que la hipnosis es relajación más sueño. Una vez que alguien ha alcanzado ese estado, se trata su problema mediante la sugestión, tratando de actuar de un modo u otro sobre las percepciones sensoriales que pueden, por ejemplo, causarle dolor'.

La manera de encarar los problemas, sobre todo los relacionados precisamente con el dolor, es lo que los psicólogos conocen como distracción de la atención: si a alguien se le pide que fije su atención en una sola cosa, pierde su capacidad de concentración en otra, hasta tal punto que casi la ignora por completo. 'Lo que la hipnosis hace', explica Rodríguez Castro, 'es desviar la atención del individuo hacia lo que podríamos llamar las cosas apropiadas, o distraerla de las cosas inapropiadas'.

En otro de los casos en los que interviene es en los de depresión. Se ha descubierto que la depresión provoca ideas autodestructivas que se repiten cíclicamente. La hipnosis interrumpe ese ciclo. 'Hace que esos pensamientos dejen de ser automáticos, con lo que ayuda positivamente en el tratamiento'.

Ambos psicólogos sonríen con ironía mientras niegan, uno a uno, todos los tópicos divulgados a lo largo de los años. No -dicen- la hipnosis no hace que uno se coma el mundo tras una sesión. No. Los pilotos de los aviones suicidas que se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York no estaban hipnotizados. Y no. Uno no recuerda cosas que no recordó antes en su vida. Todo eso pertenece a la fantasía del cine. Lo único que sí es cierto, admiten, es que una sesión comienza así: 'Fije su atención en un punto... está usted muy cansado...'

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