Diario
No sé cómo sobrevivimos a las cosas que se estudian en el colegio. La polinización, por poner un caso. Resulta que en primavera la atmósfera se llena de unos materiales venéreos que flotan por el aire en busca de un cáliz vegetal en el que quedan atrapados. Fruto de ese choque, salen nuevas plantas, nuevos árboles, nuevos matorrales. Ese arbusto que ha crecido en un rincón del jardín es el hijo de un árbol que vive a 50 kilómetros. Igual nos podía haber tocado a nosotros reproducirnos de ese modo, ¿por qué no? En tal caso, los hombres emitirían una cantidad equis de semen que el viento arrastraría hasta un útero lejano. Un día te levantarías de la cama embarazada, sin saber de quién, y tendrías un hijo o una hija sin padre que de mayor se asomaría al balcón y miraría pasar a los hombres preguntándose si fue de éste o de aquél la semilla que penetró en el cáliz de su madre.
Yo también me asomaría al balcón, pero no me fijaría en los hombres que pasan por la calle. Imaginaría que el semen que respiré vino del otro lado del mundo, de un sujeto que ni siquiera hablaría mi idioma. Cierro los ojos y lo veo dentro de mi cabeza. Va de acá para allá haciendo las cosas que hacen los hombres y las mujeres en todas partes, pero de vez en cuando se queda quieto e intenta imaginar adónde fue a parar su última secreción sexual. Quizá teme que se perdiera o que no se perdiera o que se dejara de perder. Nunca estamos seguros de lo que queremos las mujeres, ni los hombres, ni las plantas, ni los animales, ni Dios. Tal vez, cuando ese extranjero se queda pensativo, ausente, con la mirada perdida en el vacío de la existencia, está intentando soñarme como yo a él.
Pensaba en todas estas cosas mientras miraba el nuevo libro de Naturales de mi hijo, que encontré abierto sobre la mesa de su cuarto, cuando entró él y le dije que me parecía muy raro lo de la polinización. Entonces me di cuenta de que el niño la encontraba normal. Y es que en el colegio se despachan las cosas más atroces como asuntos corrientes. A mí me ocurrió lo mismo. Es al hacerte mayor cuando comprendes que lo normal es raro. Pero entonces es tarde, no sé para qué, pero ya es tarde. Ahora voy a preparar la cena.
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