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Liberalismo sin concesiones

El presidente del Gobierno ha colocado ya la presidencia española de la UE bajo el lema de un liberalismo estricto. José María Aznar, que hoy inicia en Estonia el primer tramo de una gira que le llevará antes de finales de año a los trece países del Este que pugnan por entrar en Europa, hubiera podido tomar la ampliación como la gran prioridad española, pero apenas se refirió a ella en su discurso de ayer ante los embajadores y ni siquiera la mencionó en su intervención sobre la Agenda Europea del pasado sábado en Cernobbio. Aznar sabe que con elecciones pendientes en Francia y Alemania, poco podrá avanzar la presidencia española en los capítulos de agricultura y política regional, aunque las negociaciones de adhesión deban concluir para finales del próximo año.

No es tampoco tarea sencilla la de impulsar el llamado Proceso de Lisboa, pero el proyecto de renovación social y tecnológica que lanzó el año pasado al alimón con Tony Blair y Antonio Guterres tiene para Aznar el valor de un designio político reafirmado cada vez que llama a la lucha contra 'los intereses creados y la tentación del corporativismo' a fin de salvar a Europa de 'la posibilidad de una esclerosis prolongada' mediante esta receta: 'Política de liberalización empresarial, intensificando las privatizaciones, políticas reforzadas de competencia y aumento de las interconexiones' entre las redes energéticas y de comunicaciones del continente. A lo que se debe añadir la flexibilización laboral.

Como programa de la presidencia europea, las ideas de Aznar chocarán inevitablemente con las del primer ministro francés, Lionel Jospin, quien, además de no privatizar ni aumentar las interconexiones de eletricidad y gas con España, se inclina por introducir la tasa Tobin.

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