Castro logra en un instante de gran inspiración su primera Bandera de La Concha
El mal estado de la mar propició su gesto técnico, que hundió a los favoritos guipuzcoanos
La confusión de una mar embravecida propició un momento mágico en la historia de la Bandera de La Concha, un instante vivido como un relámpago que propulsó a Castro y hundió a Orio. Pasado el momento, nadie entendía nada en la bahía donostiarra. Una ola, aparentemente una más en un día infernal, alteró el guión, lo reescribió de forma imposible de trazar y sirvió un desenlace magistral a una regata que caminaba con absoluta normalidad. Es decir, con Orio en cabeza.
José Luis Korta, patrón de Castro, se mantuvo como una estaca, de pie sobre la popa de su embarcación cuando vio acercarse la ola y decidió abrazarse a ella, saltar sobre su lomo y, desde allí, propulsarse gracias a la inercia. Orio, que viajaba pegado, se quedó con la depresión de la ola, hundido, el ritmo destrozado. Un gesto estratégico acababa de cortocircuitar la generosa ración de vatios con la que Orio ha machacado a sus rivales este último mes. En cuestión de segundos se abrió un boquete entre ambas embarcaciones, un agujero negro tan profundo como incomprensible. La carrera parecía de Orio y ahora podía sonreir a Castro. Pero parecía que no dispondría de margen suficiente como para enjugar los diez segundos de desventaja que arrastraba desde la primera jornada. Aquí llegó la segunda sorpresa, inmensa: mientras Castro levitaba sobre la mar, Orio se bamboleaba lánguida, como anonadada por un mazazo físico y psicológico. Como si sus remeros hubieran entendido que al final de la jornada se convertirían en las víctimas de una jugada sobrenatural, arruinados por la pericia y el oficio de un patrón, Korta, tan polémico como legendario.
Castro cruzó la línea en vencedor y se puso a contar los segundos. Al fondo se acercaba Orio, como al ralentí, incapaz de detener el tiempo, entregada a la más cruel de las derrotas presenciadas en la Concha, la remontada más inesperada y exagerada de la historia. Ocho décimas para que Castro logre aquí su primera ikurriña, para que Korta cumpla el sueño de lograr con la tripulación cántabra su decimosegundo triunfo en la famosa bahía.
Prolija en golpes de efecto, la jornada no tuvo su triunfadora en ninguna de las dos traineras que cortaron la respiración al público. Fue Koxtape, con una mar más benévola, la que firmó el mejor tiempo y se aupó al tercer cajón del podio desde la tanda de consolación. Esto descabalgó a Tirán, ofuscada por la mala mar y por una salida demasiado eléctrica, tanto como el desenlace de una jornada irrepetible.
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